miércoles, 29 de marzo de 2017

El unicornio dormía




El Unicornio dormía en su prado de estrellas,
bajo la dulce luna dormía el Unicornio
La hierba se le acercaba.
Nieve, esmeralda y ámbar,
el unicornio dormía,
su marfil,  potente magia en su prado de estrellas
y la luna lo mecía con dulzura
y la hierba lo cubría con ternura
y las estrellas del prado brillaban con luz clara, suave y somnolienta para acompañarlo en su sueño,
Y leve brisa soplaba
Y la brisa acariciaba la espuma del unicornio,
Blanca melena de espuma de mares desconocidos
Y la hierba se esponjaba bajo su terciopelo blanco, blanco,
Tan blanco, el terciopelo de su cuerpo.

Y la luna lo mecía para hacer más suave su sueño,
Un sueño lento, bello, galante
De la eternidad del tiempo

Y la luna deseaba que su sueño no acabara
La luna lo deseaba
Que fuera un sueño infinito que el tiempo no deshiciera,
Como los flecos de un sueño que nunca hubiera ocurrido,
La luna tenía esperanza
No quería que del sueño despertara
Nieve, esmeralda, ámbar y mares
No lo quería la luna

Pero llegó el sol ardiente, insistente, arrebatado,
El sol llegó amenazante, imprudente, beligerante
Y reclamó su lugar
Como siempre hacía el sol

La luna nada podía, ante el sol
En su eterna batalla.
La luna sabía que nada podía
Ante una masa de ardiente fuego que todo lo destruía
La luna era paz, y sabía, y siempre y siempre sabía
Que era luna, que era paz,
Como era la guerra el sol. 

Y la luna, llorando, dejó su lugar al sol
Dura batalla eterna, que nunca podría ganar
Mirando al dulce unicornio la luna lloró

Y en el prado de estrellas entró el sol, que nada respetaba,
el sol que despertó a las estrellas, a la hierba, a la brisa, a los mares
El sol, que empezó a quemar la magia del terciopelo,
La espuma del mar
Nieve, esmeralda, ámbar y espuma de mar

Y despertó el unicornio de su lento y dulce soñar
Y miró a su alrededor
Y todo era sol y fuego
Y todo era realidad
Cuando sus lagos abrió el unicornio
Lagos del tiempo, lagos de sueño,
Lagos inocentes que el tiempo no pudo corromper
Lagos azules, brillantes, lagos eternos
Que todo habían visto
Su inocencia inmaculada que el tiempo no corrompió

Y miró a su alrededor
Y poco a poco, la nube del sueño su mente atrapó
Y una vez más se vio
Y vio doncellas blancas con halos dorados
Que se acercaban a él buscando consuelo,
Doncellas a quienes permitía su espuma acariciar
Y vio a aquel caballero, caballero bruñido de armadura de oro
Vio cómo el caballero mil dragones abatía
Con su lanza refulgente, de justicia
Y vio otros caballeros, hermosos, valientes, justos
Que luchaban contra el mal
Que defendían indefensas doncellas
Que se batían por ellas
Que sólo a ellas adoraban
Como se adora a una diosa en lejano templo encerrada
Y escuchó a aquel doncel, que penas de amores traía,
Buscando su eterno consejo
Y recordó cómo pudo reunirse con su amada,
Sus consejos del tiempo
Consejos que no entendían de dolor ni de amargura
El inocente unicornio de esto nunca entendió.
Y vio castillos erguidos como rocas en los montes
Y vio héroes, y vio damas, y vio a sus amigas las hadas
Y vio arco-iris y duendes y vio a su amada
Su amada, su eterna amada, desvanecida hace siglos
Su amada, su eterna amada, que quiso desvanecerse
Cuando comprendió que el mundo ya no era mundo, era Nada
Cuando vio que en esta Nada ya nadie los recordaba
Cuando vio que en esta Nada nada eran ellos
Cubiertos de olvido, cuando el mundo fue otro
Rodeados  de seres que no creían en nada,
que no creían en ellos,
De seres que pensaban
Que ellos nunca existieron
Que no eran más que un cuento, para los niños de Nada,
Para niños que creían
Para adultos que después olvidaban
Y no creían en nada

Y el unicornio, blanca espuma, lagos azules
Quiso seguir a su amada
Quiso con ella hacer el camino, el camino del olvido
Quiso con ella, siempre, eterna, desvanecerse también
Quiso irse con ella al Reino Olvidado
Con las hadas, con los duendes
Con las blancas doncellas de halos dorados
Con los hermosos caballeros de justicia
Y con aquella ave que conocieron
Que una vez y otra renacía
De sus cenizas
Y con aquellos dragones amenazantes que guardaban corazones buenos
Y con los hombres-caballo
Y con los chispeantes faunos
Y con el caballo blanco, que tan alto volaba

Pero no pudo el unicornio, blanca espuma, azules lagos
Lo intentó una y mil veces,
mil veces más lo intentó.
El mundo ya no existía, sin su amada
Un mundo que ya era Nada era, aún menos sin su amada

Y el unicornio lloró, lágrimas de hielo
Cayeron de azules lagos
La hierba las recogió
Y el sol, tirano, las derritió


Y el unicornio, blanca espuma, azules lagos
Sufrió la peor condena
Continuar su camino en el mundo de Nada
Existir por siempre, eterno,
Sin su amada
Sin nada
En el olvido por siempre de gente que no creía.
En la nada
Y las lágrimas de hielo caían desde sus lagos
Y a sus pies el charco crecía
Cuando el tirano las derretía

Pero al fin volvió la luna, triunfante, alegre, paz
Deseando envolverlo en feliz sueño
Al unicornio, blanca espuma, azules lagos
Y su prado volvió a ser su prado de estrellas
Y la hierba volvió a ser su mudo refugio
Y la suave brisa volvió a acariciar su espuma
Y la hierba se esponjó bajo su blanco terciopelo
Nieve, esmeralda, ámbar y mares

El unicornio existía


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