jueves, 6 de abril de 2017

Antaríntades




        
INTRODUCCIÓN


Antaríntades, si repito tu nombre quizás consiga volver… si lo repito muchas veces ¿podría encontrarme otra vez revoloteando más allá de tu lago rojo rubí? Quizá, si cierro los ojos muy fuerte, las estrellas vuelvan a aparecerse ante mí, vuelva a estar en compañía de Kálise, vuelva a meditar con ella en nuestra cueva.

        No sé, me agarro a una esperanza muy borrosa que viene de un presente aún más borroso.

        Sigo meditando mi historia, medito un mensaje que pueda alcanzar a alguien en algún momento, alguien capaz de interpretarlo. Si el mensaje pudiera llegar a  mi tierra… pero eso no es posible, la distancia es demasiado larga, aterradoramente interminable; no estamos preparados para eso. ¿Podría alcanzar a alguien del planeta en el que me encuentro? Cada vez me parece más improbable, los habitantes de este planeta no parecen disponer de la capacidad de interpretar mensajes mentales, tan sólo saben comunicarse mediante el lenguaje hablado (que yo, dada mi naturaleza, comprendo sin problemas) o bien sirviéndose de unos artilugios que tiñen unas superficies casi siempre blancas y finas de un color oscuro, dibujando unos signos extraños; algunos tienen incluso la capacidad de poner esos signos ejerciendo una pequeña presión con sus extremidades sobre una especie de botoncitos.

        Pero, ¿qué harían en el remoto caso de que pudieran, finalmente, interpretar mi mensaje? ¿Cumplirían un sueño que me impide pensar en otra cosa? ¿me devolverían a Antaríntades? ¿Existirá algún habitante de este planeta que se dé cuenta de mi dolor y me ayude a ponerle fin? ¿Se burlarían de mi desgracia y me dejarían aquí? ¡No! No puedo pensar eso; si lo pensara mis esperanzas se desvanecerían por completo. Por fuerza tiene que haber alguien capaz de descifrar mi mensaje y de conmoverse por mi historia, alguien que me ayude a regresar a  mi amada Antaríntades.

            ¿Cuánto tiempo llevaré lejos de mi tierra? No podría saberlo, las alas de los peces del lago están demasiado lejos… El tiempo es algo que no medimos de la misma manera que los habitantes de este planeta., pero lo que siento como cierto es que ese tiempo es demasiado largo, es el tiempo suficiente como para hacerme sentir algo que no había sentido hasta ahora : la tristeza, algo que en Antaríntades no existe, un sentimiento que te encoge el corazón y hace que no te sientas a gusto con el momento que te toca vivir, que hace que quieras escapar de él, hacer que desaparezca. Desde que descubrí este sentimiento, mi deseo de regresar es aún mucho mayor, casi insoportable, lo único que me ayuda a esperar es pensar en tiempos pasados, en mi tierra, en Kálise, en Armarintia, esa hija a la que nunca he visto con mis ojos…Debo meditar sin descanso mi vida hasta ahora para seguir viviéndola una vez más y para que esa meditación consiga alcanzar a alguien de mi planeta o de este planeta en el que estoy. Debo conservar la mínima esperanza que me permita seguir adelante…

  

CAPÍTULO 1

ANTARÍNTADES
       

Mi vida era muy feliz, ¿quién no sería feliz en Antaríntades? ¡Ya he dicho que la tristeza no había sido descubierta! Me llamo Andarel y nací en la Tercera Luna del planeta, un motivo más para la felicidad - es bien sabido que ésa es nuestra Luna más bella . ¡Todo el mundo lo sabe! Los habitantes de las otras lunas vienen con frecuencia a la nuestra para disfrutar de la única región en la que existen nuestros famosos lagos de color rojo rubí ¡verdadero rojo rubí! . Sí, ya sabemos que, por ejemplo, en la Sexta Luna tienen árboles fosforescentes (los de la Sexta presumen continuamente de ellos…), sabemos también que en la Cuarta Luna tienen maravillosos cielos multicolores (hermosísimos, sin duda), en la Segunda Luna presumen (demasiado) de sus valles transparentes pero… no hay nada, absolutamente nada, más bello que nuestros lagos rojo rubí sobre los que vuelan los peces púrpura cuyas alas cambian de color para hacernos saber en qué momento nos encontramos.

En Antaríntades los cielos no se oscurecen como en este planeta, están permanentemente iluminados por una maravillosa luz más tenue que la del sol de aquí (demasiado agresiva para los antarintianos); la nuestra no molesta, es suave y dulce como todo en Antaríntades; por eso no necesitamos descansar de ella durante unas horas como parece suceder aquí, donde necesitan la noche, en la que todo se oscurece y pierde su color. Lo único que varía en Antaríntades para indicarnos el paso del tiempo es el color de las alas de los peces del lago.

        Perdonadme, antarintianos, por explicar en mi relato cosas que conocéis de sobra, pero debéis comprender que, en el remoto caso de que mi mensaje lo descifrara alguien de este planeta hay muchísimas cosas que no entendería, debo explicárselas con cuidado ya que podría ser que les costara un poco de trabajo entenderlas, su mundo es demasiado diferente del nuestro. Así pues, os pido paciencia cuando explico cómo vivimos en nuestro planeta.

Otra de las diferencias fundamentales entre mi mundo y el vuestro , habitantes de este planeta, reside en nuestra diosa, Fantasía, que nos permite que nuestros deseos se cumplan siempre. “Basta imaginarlo para vivirlo”, decimos siempre en Antaríntades. Así, cada momento se puede revivir una y otra vez; se pueden cambiar los instantes con los que no estamos contentos del todo, cada jornada se prolonga todo lo que nuestra imaginación nos permite; y cuando meditamos juntos, todo aquello que imaginan nuestras mentes unidas lo vivimos todos al mismo tiempo, experimentando las mismas sensaciones y consiguiendo una unión mucho más fuerte que la que detecto aquí, donde quizás dispongáis de más “tiempo”, (al menos tal como vosotros  lo interpretáis), pero donde, al no conocer a nuestra diosa, sólo vivís cada instante una vez y sólo en muy raras ocasiones conseguís una cierta unión mental que nunca podrá compararse a la nuestra.

Y os sigo aclarando este tema, habitantes de este planeta : no penséis que nuestra vida de antarintianos de la primera etapa es demasiado corta; pensad que, en realidad, equivale a muchísimas de vuestras vidas aunque medidas en momentos, y no en minutos, o en días, o en años, tal como vosotros medís vuestro tiempo. ¿No pensáis que ésta es una forma demasiado fría de medir el tiempo? ¿Es que todos vuestros minutos son iguales? ¿No tenéis minutos más felices que otros? No entiendo cómo podéis medir igual unos minutos que otros, ¡no valen lo mismo! Nosotros, al medir nuestro tiempo en  momentos,  en jornadas que terminan con la meditación de esos momentos, (cuando las alas de los peces del lago son violeta) hacemos que todo nuestro tiempo tenga el mismo valor, ¡y es que siempre es perfecto!.

Creo que, con estas pequeñas aclaraciones, podréis comprender perfectamente la meditación de mi vida, son las más importantes diferencias, aunque no las únicas…

        En cuanto rompí el cascarón que me separaba del mundo vi a mis padres mirándome fijamente : mi madre, tan alta (debía medir ¡setenta y cinco milímetros! en aquella época), con sus escamas rojas  y las plumas de su cola azul turquesa, con sus ojos tan tiernos, dos de ellos amarillos y los otros dos verde esmeralda, su pico del mismo tono de verde….Mi padre, notablemente más bajo (tan sólo medía setenta y dos milímetros), ¡tan serio! Tanto, que hasta tenía sus plumas y escamas de color gris, pero sus ojos estaban llenos de cálido cariño, tanto los dos azules como los dos negros; su hermoso pico era completamente blanco, sin una sola mancha.

        ¡Qué maravillosa alegría sentían! Sus plumas brillaban con un brillo que casi no me dejaba abrir los ojos; ésa era la mayor muestra de cariño que me podían dedicar y yo no pude más que brillar también con la emoción. Tanto amor hizo que nuestra cueva cambiara inmediatamente de tamaño, que se hiciera más grande y reluciente, que nacieran las ventanas en las paredes y me dejaran disfrutar por primera vez del impresionante impacto que produce siempre la contemplación de las enormes praderas que se extienden en torno a nuestra cueva y rodean el lago color rojo rubí del que tanto os he hablado. En aquel momento vi a los peces revoloteando sobre sus aguas, en un alegre desorden pero siempre de dos en dos, subiendo y bajando, cambiando de rumbo continuamente o deteniendo su vuelo en el aire como si meditaran, prolongando su vida de antarintianos en una segunda e infinita etapa que culminaba su vida anterior.

        Mis padres eran ya algo jóvenes cuando nací, aunque aún no habían dejado atrás la vejez. Era ley de vida que los padres fueran rejuveneciendo poco a poco hasta hacerse polluelos para después transformarse en peces del lago que volarían unidos eternamente; correspondía a los hijos, que nacían mayores y llenos de sabiduría, aconsejar a los padres y ayudarlos a comprender las cosas que irían olvidando ya que, al mismo tiempo que disminuía su tamaño, su sentido disminuía también y llegaban a un punto en el que no comprendían absolutamente nada, es decir, se convertían en bebés antarintianos y había que estar pendientes de ellos constantemente. Pero esa época quedaba aún lejos; teníamos mucha vida por delante como antarintianos de la primera etapa en la que podríamos compartir muchos momentos.

Comenzamos la jornada disfrutando de una deliciosa comida a base de algas del lago,  conversamos largamente; ellos me relataron su vida hasta el momento y yo les conté cómo sería la mía y tras esos momentos de conversación meditamos juntos por primera vez, gozando unidos de nuestra adorada diosa.

Nuestra meditación se prolongó hasta que las alas de los peces del lago adquirieron un color violeta, entonces nos miramos fijamente y nos dispusimos a vivir nuevos momentos.

En aquellos instantes, ya estaba deseando conocer el mundo, quiero decir, ver por primera vez con mis ojos lo que ya había visto con mi mente, ya que en Antaríntades todo lo sabemos al nacer, aunque después lo vayamos olvidando con el paso del tiempo al rejuvenecer… (Lo mejor de esta última fase de la primera etapa, cuando somos polluelos y olvidamos todo lo que sabíamos, es que realmente es cuando más disfrutamos. Admito que, a veces, los hijos nos ponemos un poquito pesados con los padres, todo el tiempo diciéndoles lo que pueden o no pueden hacer, que esto está bien o está mal. Los padres, cuando son muy pequeños, piensan que lo más divertido es, justamente, lo que los hijos les prohibimos hacer, pero es necesario educarlos bien para que no se conviertan en unos malcriados, ¿qué clase de peces serían si no los educáramos adecuadamente?. Seguro que esto no tengo que explicároslo, habitantes de este planeta, creo que en vuestro mundo el proceso es igual que en el nuestro…


        Me fui a sobrevolar los lagos. Pasé por encima del inmenso mar de un gris intenso que contrastaba profundamente con el rosado del cielo y vi el palacio de cristal sobre el que se reflejaban los brillos del mar. El origen de este palacio era una de las pocas cosas inciertas de Antaríntades; se desconocía quién había decidido construirlo y había todo tipo de explicaciones en nuestra mitología que nos servían como cuentos que relatábamos a nuestros padres cuando eran polluelos.

        Después de sobrevolar el palacio bajé a la tierra y saludé a los que, a partir de ese momento, serían mis amigos. Los dos acababan de nacer al igual que yo, pero los tres nos conocíamos muy bien. ¡Todo lo sabíamos al nacer! ¡Recordadlo siempre, habitantes de este planeta! ¡En eso somos iguales a vosotros!.

        Nos saludamos efusivamente, nuestras plumas y escamas brillaron de una forma extraordinaria. Chantra y yo éramos bastante parecidos, nuestras diferencias fundamentales residían en las plumas, las suyas naranja y las mías amarillas. Klonia era un antarintiano muy raro, completamente blanco y con sus cuatro ojos de color azul grisáceo, casi transparente, lo cual le daba un aspecto cómico de eterna sorpresa.

        Desde esa jornada de nuestro encuentro pasamos juntos muchísimas más (creo, habitantes de este planeta, que medidas en vuestro tiempo podrían equivaler a varios años…), nuestra amistad se hacía cada vez más profunda y ya no podíamos entender nuestra vida sin los momentos que pasábamos en nuestros vuelos de “comprobación” a lo largo del planeta, momentos que hacían que nos conociéramos cada vez mejor y que disfrutáramos cada vez más de nuestra Luna. Esto daba lugar a que Klonia, conociendo bien a Chantra, aprovechara jornada tras jornada su parte cómica, que no acababa en su mirada… Y es que Klonia era el típico antarintiano que siempre estaba de buen humor : nos hacía reir continuamente con sus bromas (aunque algunas de ellas eran, en ocasiones, un poco pesadas, lo cual desconcertaba e irritaba profundamente a Chantra, siempre tan lógico hasta para las cosas más superficiales). Formábamos el trío perfecto, Klonia era el cómico oficial, Chantra el lógico y yo el que tenía el papel de poner paz entre ellos dos cuando las cosas empezaban a ponerse un poco feas... En fin, nunca eran cosas graves, en Antaríntades no perdíamos el tiempo enfadándonos unos con otros : teníamos muchas cosas que hacer y no estábamos lo suficientemente aburridos como para eso.

        ¡Qué afortunados éramos por haber nacido en la Tercera Luna!, no necesitábamos ver nada más para tener esta certeza. Aún así, Klonia se esforzaba mucho en acabar con la paciencia de Chantra, y a través de interminables discursos intentaba hacerle ver que, realmente, nuestra Luna no era para tanto y que ciertamente habría sido mejor nacer en la Sexta Luna para disfrutar de los bosques fosforescentes. Creo que lo mejor para que os hagáis una ligera idea de lo cansado que podía resultar razonar con Klonia es que os reproduzca una de esas discusiones tan habituales sobre el mismo tema ( que, la verdad, me cansaban tanto como me divertían…) :

-      Sí. Nuestra Luna no está nada mal. No hay lugar mejor que ella para vivir – dijo Klonia.
-      ¡Ya puedes decirlo, yo estoy convencido de eso desde antes de nacer! – contestó Chantra.
-      Sí, es cierto, aunque la verdad es que, antes de nacer, yo tuve momentos en los que preferiría haber nacido en la Sexta Luna - añadió Klonia.
-      ¿La Sexta Luna? Tú debes estar de broma... – (Chantra comenzaba a irritarse).
-      Pues no... – añadió Klonia, sin perder la calma- ¿qué me dices de los bosques fosforescentes? Por la noche son impresionantes, la luz que sale de los árboles, toda la Luna iluminada por esa impresionante mezcla de colores...
-      Pues no creo que sea para tanto, además, nuestro lago es lo más hermoso, todo el mundo lo sabe...- Chantra empezaba ponerse un poco nervioso...
-      Bueno, todo el mundo... vamos, es bonito pero tampoco es para tanto.
-      ¿Que no es para tanto? ¿Pero tú lo has visto bien? ¿Por qué, si no, vienen continuamente de las otras lunas a visitarnos? ¡Es que, desde luego, me parece increíble lo que estás diciendo! - Chantra ya estaba realmente enfadado.
-      Ya. Pues como tú quieras. Yo qué sé. Vendrán porque no tienen otra cosa que hacer… El rojo es bonito, pero todos esos peces volando de acá para allá...¿no es un poco aburrido?.
-      Chantra ya no pudo contenerse por más tiempo, y en un tono de voz un poquito elevado, repuso : "¡Bueno, ya está bien! ¡Si tanto te gusta vete a la Sexta y no vuelvas!"

       
        Esto duró aún un momento muy largo, hasta que yo le dije a Klonia algo que le decía con mucha frecuencia : “¿tú estás en serio?”. Y él me contestó sin poder aguantar la risa por más tiempo : “¿Cómo voy a estar en serio, estás loco o qué?”. En ese momento, los tres empezamos a reir sin poder parar, aunque de vez en cuando Chantra decía : “es que no sé cómo puedo hacerte ni caso. A veces te pones pesadísimo...”. Esto nos provocaba aún más risa a los tres, incluido Chantra, que no podía evitar tomarse muy en serio las bobadas de Klonia pero siempre acababa riendo como el que más cuando se daba cuenta de que, como de costumbre, le había tomado el pelo.

        Y así iba discurriendo el tiempo, brillante y luminoso, suave y lento, hasta que llegó un día en que, al regresar a mi cueva de uno de nuestros vuelos de “comprobación”, tuve  de repente la impresión de que, a pesar de que no lo había notado antes, mis padres habían rejuvenecido : ya no eran los mismos, empezaban a empequeñecer, sus plumas ya no eran las de un antarintiano adulto, comenzaban a parecerse al plumón de un polluelo, y lo más definitivo : empezaban a sorprenderse cuando llegaba a nuestra cueva y les contaba dónde habíamos estado Chantra, Klonia y yo…


-      Hoy estuve con Chantra y Klonia en el campo de estrellas del Norte. ¡Qué maravilla!. – les dije
-      ¡Ah! ¡Qué bien! Pero, ¿qué campo es ése que dices? – dijo mi madre.
-      Pues el del Norte, sobre el lago Brumoso – contesté.
-      Claro, claro, sí, volábamos mucho por allí… - mi padre parecía contestarme sin recordarlo realmente…
-      ¿Sí? Pues la verdad es que yo no me acuerdo de ese campo – dijo mi madre.
-      Que sí, que sí, que está cerca del río Verde – le contestó mi padre.
-      Bueno, papá, realmente no tanto… ¿No lo confundirás con el río Dulce? Es el más cercano.
-      Sí, claro, el Dulce, ¿no había dicho el Dulce?.
-      Sí, papá, es cierto, habías dicho el Dulce – le dije yo, viendo que ya no podía recordarlo y no queriendo confundirlo más.

Fue entonces cuando me di cuenta de que no faltaba mucho para que llegaran a su fase de polluelos. Eso me hizo desear pasar más jornadas con ellos, observando su evolución y comenzando mi tarea de educación de esos futuros peces que serían mis padres. Nuestros vuelos de “comprobación” se hicieron más cortos, a los tres amigos nos pasaba lo mismo y ya no teníamos tanto interés en comprobar, deseábamos llegar pronto a nuestras cuevas para pasar más momentos meditando con nuestros padres. Y así, jornada tras jornada, atesoramos en nuestros corazones todos los momentos vividos con ellos en esta primera etapa para revivirlos cuando nuestros padres sobrevolaran el lago en su segunda vida.

Hasta que, poco a poco, llegó una jornada en la que volví a nuestra cueva  y tuve una muestra más del paso del tiempo al comprobar que mis padres ya eran casi unos polluelos, y unos polluelos muy, pero que muy gamberros. Estaban organizando un terrible alboroto, peleándose por no sé qué; por mucho que les pregunté no fueron capaces de explicármelo y creo que ni ellos mismos se acordaban de por qué había empezado la discusión. La cueva estaba horrible, todo tirado por el suelo, las paredes manchadas con lo que parecían los restos de la comida que habíamos compartido antes, los nidos deshechos y ellos...¡imparables! ¡no había manera de calmarlos! Cada vez gritaban más y tuve que aislarme de ellos para no soportarlo por más tiempo. Imaginé el lago, los peces y el silencio y pude tranquilizarme un poco. Ya rodeado por el silencio podía seguir viendo a mis padres mover sus picos sin parar y ¡hasta darse golpecitos con las alas el uno al otro! Me costó muchísimo trabajo convencerlos de que pararan y hasta tuve que salir de mi aislamiento un momento para dar algunos gritos; era la única manera de que me oyeran. Pero no valió de mucho…

-   ¿Os podéis callar de una vez? ¡No entiendo nada! – dije.
-      ¡Empezaste tú! – dijo mi padre.
-      ¡No, fuiste tú! – contestó mi madre.
-      ¡Tú, tú, tú, tú! – gritó mi padre.
-      ¡No, tú, tú, tú, tú! – gritó aún más fuerte mi madre.
-      Pero, ¿podéis explicarme qué ha pasado aquí? – pregunté yo.
-      ¡Es que yo estaba tan tranquila, y de repente tu padre…!
-      ¡No es cierto, yo no hice nada!
-      ¡Aún no se lo conté! ¡Me preguntó a mí!
-      ¡Pero ya sé lo que vas a decir! ¡Y me preguntó a mí!
-      ¡Pues no puedes saberlo! ¡Y empezaste tú!
-      Pero ¿quién empezó qué? A ver si me lo explicáis, no entiendo nada…- dije yo, casi desesperado.
-      Pues que ella…
-      ¡No, fuiste tú!

 Siguieron así un buen rato hasta que conseguí que pararan. Les hablé muy seriamente y les dije que las cosas no podían seguir así. Los pobres se avergonzaron inmediatamente, sus plumones adquirieron un color muy apagado e hicieron las paces mirándose fijamente y guiñando sus ojitos continuamente.

        Por fin, una vez calmados y bastante cansados del gran esfuerzo que habían hecho comportándose como auténticos polluelitos traviesos, nos sentamos juntos a meditar. Yo esperaba que mis padres, en esta segunda oportunidad de vivir el momento hubieran decidido portarse bien y se comportaran como polluelos antarintianos bien educados... Mi deseo se confirmó, ¡gracias a Fantasía!

        Al comienzo de la nueva jornada saboreamos juntos nuestra comida ligera, a base de hojas de flores que transporté mentalmente a nuestra cueva (elegí las azules de la orilla del lago : son las más sabrosas). Les di a mis padres las instrucciones oportunas y les recordé una vez más (creo que fui muy estricto) su comportamiento de la jornada anterior, poniéndome un poco serio con ellos y diciéndoles que, como en esta jornada se repitiera tan triste escena me vería obligado a no transportar para más tarde ni una hoja más de flor azul, que les  habían gustado especialmente. Ahora, desde la distancia, me apena mucho haber sido tan severo : los pobrecitos no sabían muy bien lo que hacían, y me sentí un poco mal por abusar así de su pérdida de facultades, ya que, a su edad, ya no podían transportar mentalmente y dado su pequeño tamaño tampoco podían transportar las hojas con sus alas...De todas formas, me sorprendieron con su arrepentimiento,  prometieron ser buenos, limpiar la cueva y rehacer los nidos, cosa que yo me había negado a hacer como pequeño castigo.

        Habitantes de este planeta : ¿Tenéis los mismos problemas que nosotros con la educación de vuestros padres? ¿Os causan tantos problemas como a nosotros? ¿Os preocupa tanto su futuro como peces?. Parece que  me voy acostumbrando a la absurda idea de pensar que vais a poder interpretar este mensaje...¿será la tristeza la que hace que vuelva a concebir tan vanas esperanzas?

        En fin, tras el ligero almuerzo salí volando más allá del lago, donde vivían Chantra y Klonia. Estuvimos danzando en el aire durante unos instantes y después, por fin, sentimos que había llegado el momento y volamos juntos para encontrarnos con las que, no mucho más tarde, se unirían a nosotros. Ya sabíamos cómo eran; ya las conocíamos y, sin embargo, un extraño nerviosismo nos invadió ante la idea de verlas por primera vez. Klonia hablaba sin parar y decía más tonterías de las habituales, volando continuamente por delante de Chantra, retándolo a ir más rápido que él y cerrándole el paso para obligarlo a hacer continuas piruetas que a punto estuvieron de hacerlo caer en un par de  ocasiones. ( ¡Fantasía! ¡Me asusta imaginar a Klonia cuando se convierta en polluelo...!). Chantra hizo todos los esfuerzos posibles por aislarse de Klonia pero tengo que reconocer que, cuando Klonia se pone gamberro ¡hace difícil hasta el aislamiento!. Así que, una vez más, me tocó el aburrido papel de poner paz entre los dos y de in-ten-tar hacer razonar a Klonia. No sé si habrá algo más difícil…

        Finalmente llegamos al punto de encuentro, a las orillas del río Tibio, para ver a nuestras destinadas.

        La antarintiana destinada a mí era bellísima (ya sé que el amor nos hace ver siempre bellísima a la antarintiana destinada, pero en el caso de Kálise no había ninguna duda), sus plumas eran de un color rosa claro y sus escamas de un malva brillante; dos de sus ojos eran naranja y los otros dos verdes. Nuestras plumas brillaron juntas por primera vez y juntos salimos hacia las estrellas a cerrar nuestro compromiso de unión, dejando por un momento a Chantra y a Klonia con sus destinadas ( la de Chantra era un poco seria, a lo mejor demasiado... la de Klonia... en fin, baste decir que era la ideal para él : lo esperaba dando saltos sin parar y agitando sus alas como un abanico al tiempo que emitía unos chillidos agudos que nos ensordecían a los demás). ¡Cada uno de nosotros tenía a la antarintiana perfecta para compartir su eternidad!.

        Kálise y yo salimos juntos a jugar el juego de las estrellas, en el que iríamos juntos saltando de estrella en estrella sin desplegar nuestras alas hasta llegar a un lugar conocido sólo por nosotros dos y que sería para siempre nuestro punto de unión.

        Saltamos y saltamos formando un inmenso velo con el polvo que desprendían las estrellas bajo nuestro peso. No sé cuánto habrá durado este momento : estábamos demasiado alejados de los peces del lago. Lo que sí sé es que, llegados a un punto, Kálise cayó, yo la seguí y nos encontramos en un paraje nuevo, en un inmenso lugar en el que la tierra, los árboles y el cielo, todo lo que nos rodeaba, cambiaba continuamente de color : árboles rojos que se volvían azules, cielo rosado que cambiaba a verde, tierra azul que pasaba a amarilla, hierba blanca que se hacía malva...

Sé que para vosotros, habitantes de este planeta, tantos colores son extraños y pueden incluso provocaros un pequeño mareo; pero, como habréis observado, en Antaríntades los colores son una parte fundamental de nuestra existencia; no olvidéis que incluso el tiempo se mide en colores, así como los sentimientos se expresan en brillo. Vosotros, lamento decíroslo, creo que debéis parte de vuestra seriedad al limitadísimo valor que concedéis a los colores; he observado que la mayoría de los habitantes de vuestro planeta lleváis encima telas de colores tristes, como el azul marino, el gris o el marrón. ¿Quizá seríais más felices si aprendierais el valor del color?. ¡Fantasía! ¡Si hasta estoy empezando a aconsejaros como si fuerais mis padres! Siento que evoluciono...

Kálise y yo nos quedamos absortos contemplando tanta belleza, nuestras mentes estaban enlazadas como sólo pueden estarlo las mentes de los que se aman por toda la eternidad y no queríamos dejar pasar el momento. Sabíamos que, junto con la llegada de nuestra hija y nuestra transformación en peces del lago, sería el más feliz de nuestra existencia. Sin embargo, el momento se rompió bruscamente con un hecho que, aunque no lo supiéramos en aquel momento, cambiaría nuestras vidas. Se oyó un ensordecedor estruendo. Horrorizados, miramos hacia el lugar de donde procedía y descubrimos algo que nos espantó, pues lo que provocaba tan terrible ruido era algo desconocido para nosotros. ¡Era algo desconocido! ¡No cabía en nuestras mentes que pudiera existir algo que no supiésemos al nacer!

La visión era repulsiva : unos seres extraños salían de una especie de cueva grande de un extraño material brillante, que parecía haber llegado volando. Los seres andaban sobre dos patas y tenían otras dos patas que les salían, una a cada lado, de debajo de lo que bien podría ser una cabeza, al menos por lo que parecía, ya que se veía algo similar a dos ojos a través de una especie de burbuja de un material transparente. Eran unos seres desproporcionadamente, infinitamente, absurdamente gigantescos que caminaban como flotando sobre nuestra tierra.

(No olvidéis, habitantes de este planeta, que ésta fue la primera vez que pude veros... ahora empiezo a acostumbrarme a vuestro aspecto, aquí esa burbuja transparente ya no rodea vuestras cabezas y ya no me resultáis tan sumamente repulsivos... al menos no tanto... De todas formas, recordad que espero que el mensaje pueda alcanzar a alguien de mi tierra e intento describiros de forma que puedan imaginaros).

Kálise y yo huímos aterrorizados, volando y volando, nadando por ríos y mares hasta llegar, finalmente, al otro lado del lago. Fuimos inmediatamente a hablar con Chantra y Klonia para contarles lo ocurrido y se quedaron tan espantados como nosotros. Y es que no teníamos  la más remota idea de qué era lo que estaba pasando, cómo podía algo así ocurrir en Antaríntades. La aparición de seres desconocidos no estaba recogida en ninguna de las leyendas de nuestro planeta, ni en nuestra luna ni en ninguna de las otras. Sólo nos quedaba dar un paso que supondría una pequeña crisis en nuestra tierra : acudir al Consejo de Sabios, quizás ellos pudieran recordar algo que nos hiciera comprender...

El Consejo de Sabios está formado por un grupo de antarintianos dotados de inmensos poderes de memoria, que, como todos los antarintianos tienen la capacidad de conocimiento absoluto desde que nacen pero que, al contrario que el resto, son capaces de recordar todo lo sucedido en nuestro planeta a lo largo de su entera existencia y tienen la innata cualidad de interpretar todo lo recordado para aplicarlo en cualquier momento a lo que sucede en los tiempos presentes. Hay muy pocos antarintianos así y, por ello, cuando uno de ellos nace (uno cada treinta generaciones, aproximadamente), su destino es no rejuvenecer como el resto y así, no llegar nunca a convertirse en pez del lago. Podría decirse que éste es un sacrificio extremado para cualquier antarintiano, pero ellos lo aceptan como hecho natural y son admirados y respetados por todos los habitantes de mi planeta (y al mismo tiempo, son una gran fuente de orgullo para sus padres). Cuando sucede algo para lo cual no hay aparente explicación, ya he dicho que son situaciones muy poco frecuentes, acudimos a ellos para que recuerden e interpreten.

Cuando llegamos a la Cueva del Saber, estaban esperándonos con sus alas desplegadas e inmóviles como muestra de atención. Kálise y yo describimos lo sucedido mientras ellos nos escuchaban sin hacer ninguna intervención para dejarnos relatar con calma y no distraernos con sus comentarios. A nuestro lado, Chantra y Klonia escuchaban también con suma atención y ¿por qué no decirlo? con el miedo reflejado en sus plumas despeinadas y apagadas. Kálise y yo intentamos no dar muestras de miedo y conservar la calma, ya que sólo podíamos imaginar que los Sabios encontrarían una explicación inmediatamente y todo quedaría en una mala experiencia que pasaría a nuestra mitología como cuento para relatar a los futuros padres. Sin embargo, algo sucedió que nos hizo empezar a preocuparnos muy seriamente : los Sabios, una vez concluido nuestro relato, no sólo no dieron muestras de comprenderlo, sino que se quedaron profundamente desconcertados, balbuceando preguntas y más preguntas sobre aspectos que veían poco claros, lo cual nos obligó a repetir una y otra vez nuestro relato.

Tras un larguísimo momento (al menos eso nos pareció), por primera vez en la historia de nuestro planeta, los Sabios dijeron algo que nos hizo pensar que todos nuestros miedos y nuestras alarmas estaban perfectamente justificados : “Debemos pensar con calma sobre todo lo que nos habéis contado. No encontramos ninguna explicación y nuestras mentes no son capaces de recordar ningún hecho similar”. Al ver nuestro desconcierto y desesperanza, añadieron inmediatamente : “No debéis tener miedo, nunca hemos encontrado un problema que no tenga solución, seguramente al pensarlo más tiempo, todos juntos y en calma, encontraremos una explicación perfectamente razonable. Sólo os pedimos que no contéis a nadie más lo sucedido, ya que toda Antaríntades podría caer en el pánico, y la desesperanza es algo que los antarintianos nunca podríamos llegar a asimilar. Id con vuestros padres, que en estos momentos os necesitan y os haremos saber la conclusión a la que, sin duda, llegaremos en cualquier momento”.

Salimos de la Cueva del Saber sosegados por las tranquilas palabras de los Sabios. Klonia comenzó a relajarse inmediatamente y nos preguntaba a Kálise y a mí si no nos habría jugado una mala pasada nuestra adorada Fantasía, si no habríamos imaginado a esos repulsivos seres tan sólo para poder acudir al Consejo de Sabios, ya que, claro, eran pocos los antarintianos que tenían ocasión de hacer algo así. Kálise empezó a irritarse, pero pronto estaba riéndose con los demás (incluido Chantra, por extraño que pueda parecer...). Al poco tiempo, ya volvíamos a ser nosotros mismos y habíamos alejado completamente los oscuros pensamientos que nos habían invadido instantes antes.

Y de esta forma, nuestra vida siguió su lento discurrir. Ahora ya no pasaba tantos momentos con Chantra y Klonia; los tres aprovechábamos para estar juntos siempre que podíamos, pero la mayor parte de los instantes los disfrutábamos junto a nuestras destinadas, confirmando el fuerte vínculo que nos unía a ellas antes de nuestro nacimiento, y también con nuestros padres, que seguían rejuveneciendo y eran ya unos polluelos muy pequeñitos.

Y al fin llegó una jornada en la que regresé a mi cueva después de un largo vuelo con Kálise y descubrí que mis padres no estaban por ninguna parte; nuestra cueva  estaba pequeña y oscura, y ya estaba empezando a alarmarme cuando por fin  los vi. Estaban en un rinconcito de la cueva, diminutos. Supe entonces lo que había que hacer y con toda la ternura que sentía por ellos los cogí en mis alas y me dirigí lentamente hacia la orilla del lago, susurrándoles palabras tranquilizadoras y cariñosas a esos pequeños polluelos que me miraban con una mirada luminosa e inocente, de bebés que se dirigen a comenzar una nueva vida.

Llegué con ellos a la orilla del lago y les dije suavemente las palabras que se repiten generación tras generación : “Volad, pececillos, volad sobre el lago, eternamente felices y unidos. Disfrutad de vuestra segunda vida tal y como disfrutasteis de la primera, y esperadme hasta que, un día feliz, me pueda unir a vosotros en vuestro vuelo”. Mis padres hicieron brillar sus plumitas, revolotearon a mi alrededor y durante ese vuelo fueron poco a poco transformándose, convirtiéndose en una burbuja de la que, finalmente surgieron dos preciosos peces voladores que detuvieron su vuelo un instante para mirarme fijamente y decirme con su mirada que todo estaba bien, que eran felices y que me esperarían. Después, salieron volando y se mezclaron con el resto de peces, que con su vuelo parecieron darles una afectuosa bienvenida.

Allí los dejé, volando felices, y sentí una inmensa alegría puesto que, aunque ahora no disfrutaría tanto de su presencia, el momento de la transformación era, en realidad, aquel al que aspirábamos todos los antarintianos desde nuestro nacimiento : el paso a polluelos y posteriormente a bebés nos prepara para entrar con la mente limpia en una nueva existencia. Los hijos,  lógicamente,  éramos inmensamente felices por nuestros padres cuando alcanzaban su nuevo estado, si bien sentíamos al mismo tiempo...¿cómo denominar este sentimiento?...sí, era añoranza, pero sabíamos cómo acostumbrarnos a ella, tras un proceso de meditación frente al lago tras el cual salíamos más fuertes y esperanzados aún.

Tras este momento de despedida, salí volando para encontrarme  con Kálise e ir a nuestro punto de unión. Había llegado el momento de la preparación para recibir a la que sería nuestra hija. Nos encontramos junto a su cueva y, al momento,  aparecieron Chantra y Klonia, que acudían a recoger a sus destinadas para dirigirse ellos también a su unión definitiva. Klonia intentó distraernos todo lo posible : sabía que deseábamos estar solos y, precisamente por eso, se esforzaba por interrumpirnos con tonterías de todo tipo…:

-      Andarel, ¿a dónde vais Kálise y tú?
-      Ya sabes a dónde vamos, Klonia, y tu destinada debe estar esperándote ¿te importaría que siguiéramos hablando dentro de un momento?
-      No, claro, ¿cómo iba a importarme?
-      Vale, adiós.
-      Espera, sólo dime qué tal es vuestro punto de unión, tú me describes el vuestro y yo os describo el nuestro, podemos charlar un rato aún, no hay tanta prisa.
-      Klonia, te estás poniendo un poco pesado, ¡Adiós!
-      ¿Sabes?, desde hace algún tiempo estoy notando que ya no eres el mismo de antes…Antes te gustaba charlar con tus amigos, hablábamos mucho de nuestras cosas… ahora siempre estás con prisa. Está claro : no eres el mismo….
-      Klonia! ¡Tenemos que irnos ahora!
-      Vale, vale, pues iros tranquilos, si yo no quiero molestar…

Entonces, por fin, intervino Chantra con un sutil :  “¡Cállate de una vez, Klonia, me estás mareando! ¡Ve a buscar a tu destinada y deja en paz a Andarel y a Kálise, que no sé cómo te aguantan!

Este fue el momento en el que, como siempre, acabamos comprendiendo el jueguecito de Klonia y estallamos todos en brillantes carcajadas (incluida Kálise, que ya iba conociendo las gracias de Klonia y que, extrañamente,  le había cogido cariño).

Nos despedimos  y nos deseamos lo mejor para nuestras preparaciones.

Kálise y yo volamos unidos. No fue como la primera vez, cuando encontramos nuestro lugar. Ahora sabíamos a dónde íbamos y nuestro vuelo era más mágico, ya que nos movía la ilusión de una vida común para nosotros y para nuestra hija. Necesitábamos simplemente una confirmación de nuestra unión. El vuelo fue suave y ligero como la sensación que teníamos en nuestros corazones y llegamos más rápido que la primera vez gracias al impulso que la felicidad ponía en nuestras alas.

Cuando llegamos a nuestro paraje todo adquirió un brillo cegador y lo volvió aún más bello, se adaptó a nosotros y nosotros a él hasta formar a nuestro alrededor una burbuja invisible que nos aislaba del resto de la Luna. Ésa era la confirmación de nuestra unión que habíamos venido a buscar, y en ese momento supimos sin lugar a dudas que permaneceríamos juntos durante toda nuestra vida de antarintianos y aún más tarde, volando como peces del lago como ahora hacían mis padres. Parecía imposible pensar que lo sucedido la jornada del juego de las estrellas había ocurrido realmente, dudábamos de nuestros recuerdos, ¡no cabía en este paraje ningún pensamiento oscuro!

Una vez confirmada nuestra unión definitiva regresamos rasgando la burbuja con nuestro vuelo. Seguiría ahí y sólo se abriría para nosotros y nuestra hija.

Regresamos a mi cueva, que había sido la cueva de mis padres y nos dispusimos a meditar unidos y compartiendo nuestras imágenes sobre el futuro que nos aguardaba, una vida que vimos maravillosa, sin poder imaginar en ese momento que algo la rompería en un momento no muy lejano…

Al concluir nuestra meditación vimos en un rincón de la cueva, medio oculto tras unas algas del lago, el huevo del que nacería nuestro hijo. Nos miramos largamente y, sin decir una palabra (hay momentos en la vida en que las palabras no hacen ninguna falta), nos dispusimos a realizar todos los preparativos necesarios. Kálise se quedó en la cueva transmitiendo su cariño a nuestra hija y yo emprendí el viaje necesario para hacer su llegada más hermosa para ella : tenía que conseguir polvo de las estrellas más altas y el agua más clara del lago para que nuestra cueva se agrandara e iluminara más que nunca, para que nuestra hija tuviera al nacer la misma visión que tuve yo gracias a mis padres.

Volé alto, muy alto, buscando las mejores estrellas, que se encontraban en uno de los lugares más remotos de nuestra Luna, más allá de las Montañas Desconocidas; intuía que ahí se encontrarían las estrellas más resplandecientes. Hacía mucho tiempo que ningún antarintiano había llegado tan alto, pero no quería ahorrar ningún esfuerzo; quería que mi hija tuviera lo mejor para su nacimiento, ya que sería un momento decisivo para ella y lo recordaría toda su vida. Volé y volé, alcancé las montañas y seguí volando más alto recogiendo todo el polvo de estrellas que encontraba, eligiendo el más brillante. Bajé un momento para descansar y me relajé unos instantes entre los árboles.

Entonces, de la nada volvió a surgir el estruendo que ya habíamos sufrido Kálise y yo en otra ocasión ya casi olvidada. Justo cuando habíamos decidido que aquello no podía haber sido cierto,  volvió a ocurrir. No podía creerlo. Los Sabios aún no nos habían transmitido los resultados de sus estudios a pesar del tiempo pasado. No podía ocurrir nada malo en ese momento de felicidad. Ocurría delante de mis ojos y, sin embargo, me negaba por completo a creerlo. Me quedé paralizado por el miedo hasta que fue demasiado tarde para reaccionar; me vi rodeado de esos espantosos seres que habíamos visto Kálise y yo, se acercaron a mí y lograron atraparme en una especie de caja de un material transparente que me rodeaba por completo. Cuando intenté abrir las alas, vi que no era posible : el material transparente era duro y frío y no lo podía atravesar. Los seres gigantes cogieron la caja y parecieron observarme largo tiempo. Grité y grité, agité mis alas, que se golpearon sin cesar contra la caja transparente pero los seres gigantes no parecían oirme.

Entonces me llevaron a la gran cueva brillante en la que habían llegado y, un instante más tarde, noté que nos íbamos separando de mi tierra.

Pensé en Kálise, ¿qué pensaría cuando viera que yo no regresaba? ¿Y mi hija, a la que no vería cuando, dentro de poco, rompiera el cascarón? ¿Cómo sería su nacimiento? ¿Habría nacido ya? Parecía haber pasado mucho tiempo...

Era demasiada incertidumbre, no estaba acostumbrado a ella; nunca habíamos tenido que sufrirla en mi planeta. Pero nos seguíamos alejando más y más. No podía creer que la vida imaginada no fuera a cumplirse. No era posible, ¡simplemente no era posible!

Y sin embargo, lo imposible sucedió.

No sé cuánto tiempo llevo aquí. Las alas de los peces del lago están demasiado lejos, demasiado lejos... Kálise también está demasiado lejos, al igual que nuestra hija, Armarintia, cuya vida comenzó de una forma totalmente incierta...

Me exhiben ante otros miembros  su especie. Este planeta creo que se denomina Tierra. Hasta el momento no he encontrado a nadie que me comprenda, ya no intento que entiendan nuestro lenguaje, sería demasiado complicado para ellos... por ello, tal y como decía al comienzo de mi mensaje, he decidido meditar mi vida para que esta meditación se repita una y otra vez buscando una mente que pueda descifrarla. ¿Será posible que esto suceda? La esperanza... la esperanza comienza a desvanecerse, pero ¿podría producirse un hecho tan inusual? Podría ser que hubiera aunque sólo fuera un habitante de la Tierra capaz de recibirla. A esa esperanza me aferro con todas las fuerzas que me quedan. Desde el interior de esta caja invisible lo repito : ¡me llamo Andarel, y sólo quiero regresar a Antaríntades!





CAPÍTULO 2

EL ENCUENTRO




Jooooooooo, qué pesado está el pollito… (aunque si me oye llamarle pollito me mata, jo, es que a veces es un poco pesado…), es que no para de decirme que claro, que le dije que le iba a ayudar y tal pero es que es difícil, ¿no? Claro, porque yo quiero ayudarlo pero no me hacen ni caso, Mara ya me dijo que no dé la lata con el pollito. Al principio hacía como que me creía y tal, pero ahora ya dice que le doy mucho la lata y que juegue con mis juguetes y con mi hámster y que no me va a comprar un pollito porque ya me compró el hámster y es más bonito que un pollito. ¡Jo, claro! y yo le  digo que no quiero que me compre un pollito, que en realidad no es un pollito, que es un antarintiano y que ella lo conoce porque lo vio, pero entonces se enfada más y dice que claro, como me puso E.T. en el vídeo pues que ya estoy todo el día diciendo cosas raras y que E.T. es una película y que no es de verdad y tal y que los marcianitos ni hablan ni nada, que son como bichitos y que si lo llega a saber no me llevaba ni loca a la exposición… Los mayores son un poco plomos. Y cuando le empecé a contar lo que pasaba y creí que se lo creía yo estaba muy contenta, porque a veces digo cosas y me da la razón pero luego resulta que lo hace para que yo me quede tranquilita pero que ni me cree ni nada; ella se cree que no me doy cuenta pero sí que me la doy y luego dicen que mentir está muy mal, ¡pues qué gracia, como si ella no mintiera!

Y con mi hámster ni hablo ni nada; bueno, sí que hablo, pero él no me contesta y yo hablo con él igual porque es como si fuera uno de mis juguetes y como también hablo con mis muñecas, pues eso…pero con el pollito empecé a hablar antes de verlo. ¡Que sí! Aunque me digan que no yo sé que sí, porque a lo mejor estaba en la cama y no me quedaba dormida y de repente empezaba a oir una vocecita muy jugosa que me decía : “Me llamo Andarel y quiero volver a Antaríntades” y yo es que alucinaba, vamos, porque ni sabía quién era ni nada pero yo seguía hablando con él igual porque me daba pena, porque sonaba un poco triste y no quería que pensara que no le hacía caso.

Y el otro día mi hámster estuvo todo el rato royendo un barrote y luego tenía el morrito todo pelado. Bueno, pero ahora sigo hablando del pollito.

Y resulta que un día mi tía me dijo que me iba a llevar a una exposición que yo creía que iba a ser un rollo,  pero no le dije nada porque a ella le hacía ilusión y me decía que me iba a encantar y me daba pena decirle que yo no quería ir; y además, seguro que después me llevaba a comer un helado y yo no me quiero perder un helado por nada en el mundo (sobre todo si es de chocolate con trocitos de chocolate por encima, mmmm, es que me EN-CAN-TAN los de choco y a veces también pido de limón y me ponen la mitad de uno y la mitad de otro). Y bueno, pues hice así como que me apetecía mucho, y yo pensando que por lo menos seguro que acabábamos pronto y tal… Y ella me dijo : “Laura, vamos a ver la exposición, ¿vale? porque hay cosas guay del espacio, cosas que fueron descubriendo en los viajes que hacen en los cohetes; ¿no sabes?, fotos de la tierra y restos de materiales que encontraron y… es que no te lo vas a creer, ¿te acuerdas de la noticia que te enseñé que vino en el periódico? ¿del bichito ése que encontraron? ¡Pues también está!”. Y yo diciéndole : “¡vale, guay!” (así como si me entusiasmara la idea, vamos… si decían que era un bichito enano que no hacía nada de nada y que tienen metido en una “pobeta” o un nombre raro así y que hay que acercarse mucho para ver algo y que casi ni saben lo que es… seguro que a lo mejor lo hicieron de plástico y dicen que lo encontraron allí, que se creen que somos tontos, vamos...).

Y entonces fuimos a ver la exposición y por lo menos llevé el vestido nuevo que tengo que es muy chuli porque tiene una falda que hace vuelos. Y cuando llegamos vi que era tan rollo como yo había pensado, porque las fotos no estaban mal, y tal, pero tampoco eran para tanto; y también había piedras feas que decían que eran muy interesantes pero que sólo eran piedras feas, ¡es que me da la risa, vamos!; pero luego llegamos a ver al bichito y resulta que me acerqué mucho para verlo y casi no veía nada, ¿no? pero voy y me acerco más  porque habían puesto como una especie de lupas gigantes para verlo bien (¡jo, mira que es enano! Aunque yo no sabía que íbamos a ser tan amigos, si no a lo mejor no le llamo enano ni nada), y va el bichito y me habla y claro, es que en cuanto empezó a hablar resulta que me di cuenta de que tenía la misma vocecita que oía yo de noche, ¿no? cuando decía que quería volver a Antaríntades (que ahora ya lo digo bien, pero me sonaba a chino y decía “Anaríntades”) y ¡jobá! (aunque sea un poco palabrota, claro) casi me da algo, y voy y le digo a mi tía : “¡me está hablando!” y ella me dice : “sí, claro, será que le caes bien” y yo pensando, ay ay ay, me parece a mí que no me cree… y pienso, bueno, pues yo voy a seguir hablando con él y ya está, es que paso de todo, vamos, y entonces me dice “Me llamo Andarel y quiero volver a Antaríntades” y yo pienso “qué pesado, siempre dice lo mismo” y va y me contesta “¿entonces tú me oyes?” y claro, qué le iba a decir “¡Pues claro que te oigo, si hasta me hablas cuando estoy en casa!” y entonces su vocecita ya no se puso así tan triste y parecía que se alegraba y todo y me dice “¿tú me puedes ayudar?” y yo “pues no sé, pollito, si me dices así, un poco más, lo que tengo que hacer”, y ésa fue la primera vez que es como si se enfadara un poco “no soy un pollito, ni siquiera sé lo que es eso, yo soy un antarintiano de la tercera Luna” y yo “¡vale, vale, no te pongas así” y pensando “¡qué morro, ¿no? resulta que quiere que le ayude y va y me riñe!” y claro, como resulta que aunque no hable en alto siempre sabe lo que pienso pues se quedó un poco cortado, la verdad, “tienes razón, perdona, pero es que no conozco bien tu planeta y todo me resulta muy extraño, sólo quería que te dieras cuenta de que soy un antarintiano” y yo pensé que bueno, al menos me pedía perdón, jo, ¡porque más le valía!

Estuvimos hablando mucho rato, aunque pensando, claro, y resulta que creía que yo era mayor y que mi tía era mi hija y a mi me dio un ataque de risa que no te digo y mi tía debía de pensar que me había vuelto loca o algo porque me miraba así con cara preocupada y me preguntaba “¿quieres que nos vayamos, Laura?, a lo mejor esto es un poco aburrido” y yo “para nada, vamos, yo me quiero quedar un rato hablando con el pollito” y yo pensaba que era muy raro que yo lo oyera y ella no, y se lo pregunté y me dijo que ella no debía caerle tan bien como yo y por eso a ella no le decía nada (pero bueno, en el mismo plan de hacer que me creía…)

Entonces le tuve que explicar a Andarel (voy a ver si me acostumbro a llamarlo así porque paso de más broncas) que yo era pequeña y él no se lo podía creer…

-      Pero eres más bajita que la otra chica, tienes que ser mayor que ella.
-      ¿Pero qué dices, polli… Andarel? Yo soy una niña, ¿entiendes?
-      Pues no, la verdad es que todo es muy confuso…
-      Jo, usas unas palabras un poquito raras, ¿no crees?
-      Bueno, es que no sé, a lo mejor nuestras facultades para entender todos los idiomas no son tan perfectas como yo pensaba, porque el caso es que en algunas ocasiones me resulta difícil entenderte… no sé, debemos estar un poco desfasados…
-      ¡Hala, otra palabra rara, cómo te pasas!
-      Explícame, ¿entonces aquí no nacéis grandes y luego os vais haciendo pequeños?
-      ¡Ja, ja, ja! ¡me parece que estás como una cabra!
-      ¿Y tampoco os convertís en peces?

(Yo estaba alucinando tanto que no sabía ni qué decirle, así que hice como si fuera mayor y hasta me parecieran normales las tonterías que decía)

-      No, Andarel, noooooo, no nos convertimos en peces ¿saaaaaabes?. Aquí nacemos muy pequeñiiiiiiiiiitos y sólo lloramos y dormimos, bueno, y hacemos otras cosas, pero son muy asquerosas… Eeeeeeeeeeeeh, bueno, pues luego aprendemos a andaaaaaaaaaaaar y luego hablamos y vamos al coooooooole y luego somos mayores y grandes y trabajaaaaaaaaaamos y esas cosas, ¡ya sabes!. – y le hablaba así como si fuera un niño muy pequeñito de cinco años o así, como yo soy mayor y tengo ocho, pues les tengo que hablar así para que me entiendan…
-      ¡No, Fantasía, la verdad es que me parece que no sé nada, y yo que en mi tierra lo sé todo al nacer!
-      Ya, claro, qué morro, ¿no te pasarás un poquito de chulito?

Y entonces me explicó cómo era todo en Antaríntades y me dijo que era extraño que no hubiera recibido el mensaje completo, que lo había meditado todo y yo sólo había recibido la última parte y otras cosas así de raras, y yo seguía diciéndole que sí a todo y también decía “vaya, vaya…” y todas las cosas que me dicen a mí los mayores cuando quieren que me vaya callando un rato…y resulta que entonces iban a cerrar la exposición y mi tía me dijo “Bueno, pues nos vamos, ¿no? y no te preocupes si no te apetece el helado, otro día lo comemos…” y sabía de sobra que vamos, yo por un helado hago lo que sea y lo decía sólo por hacerme rabiar, así, en plan de broma, y yo le dije “¡vamos, vamos!” y casi me olvido del pollito (bueno, ejem…) y él se puso nerviosísimo y no me paraba con que tenía que volver, que seguiríamos hablando como antes de conocernos, que se comunicaría conmigo y yo le dije que vale, que tranquilo, que sí que íbamos a seguir hablando, así para que se tranquilizara un poco, que parecía que le iba a dar algo…aunque la verdad, como seguro que tampoco conocía los helados no podía entender que yo lo que quería era salir pitando para comerme uno (jo, yo es que paso de ir a un sitio donde no haya helados, pero bueno…)

Bueno, la desgracia del día fue que en la heladería no tenían trocitos, me lo tuve que tomar de chocolate así, sin más. En las heladerías tienen un morro que se lo pisan, a veces no tienen trocitos de chocolate, otras no tienen cositas de esas de colorines que les echan por encima y que están que te mueres y luego, cuando resulta que sí que tienen van y te echan tan poco que luego mi tía se tiene que pelear con el señor para que me eche más. Me parece que no debe de haber nada más complicado que los helados en todo el mundo. ¡Ah! ¡Y me olvidaba de lo más importante! ¡Me compró las pinturas, las que hacía mil años que le pedía y siempre me decía : “ya veremos”, pues hoy coló y me las compró, ¡son guay!.

Y  llegamos a casa y Maragut (es que yo a mi tía le llamo así, bueno, y de otras formas también, pero ahora, sobre todo, Maragut; es que me lo inventé y me gusta ¡y ya está!) me preguntó otra vez si me había gustado la exposición y “el marcianito” y yo le dije que claro y que Andarel era muy enanito pero muy guay y que a ver si podíamos hacer algo para ayudarlo. Ella se quedó alucinada y me dijo que vale, que haríamos todo lo posible, yo insistí :”¿de verdad?”. Y ella que sí, pero que ahora a ver si cenaba de una vez que me tenía que ir a la cama (vamos, que me estaba haciendo un caso que no veas…), y yo seguí dándole la lata un rato más y fue cuando empezó con el rollo de E.T. que decía antes; y como vi que la cosa se ponía fatal pues decidí que más me valía dejar de contarle la misión más importante de mi vida. Después, seguro que cuando viera que era verdad, se iba a morir de rabia.

Cuando me metí en la cama, después de que Mara me leyera el cuento ya me puse yo en posición de dormir y va y empieza la vocecita a decirme cosas, que yo no sé por qué sólo se le ocurre decirme cosas cuando estoy en la cama, que entonces tardo mogollón en dormirme y no hay cosa que más rabia me dé que estar en la cama dando vueltas con un ataque agudo de insomnio, ¡la última vez que me dio uno de ésos me dormí sobre las once y media, mira qué bien!.

-      Laura, ¿no te habrás olvidado de nuestro trato?
-      ¿Qué? ¡jobá, qué pesado eres, me estaba durmiendo!
-      ¿Durmiendo? ¿Aquí le llamáis dormir a la meditación?
-      ¡Sí, no te digo!. A dormir le llamamos a dormir, ¡dor-mir!, ¿vale?
-      Laura, te puedo asegurar que a veces no te entiendo, ya te lo dije…
-      Jooooooooooooo. Vale, pues te lo explico, porque total, gracias a ti mismo resulta que ahora se me pasó el sueño y lo mínimo que puedes hacer es entretenerme un poco, me parece a mí.

Y entonces le expliqué qué quería decir dormir. Ya empezaba a darme cuenta de que era un poco burro, pero no se lo quería decir porque el pobre creía que lo sabía todo (¡no te digo…!), y él me explicó lo de las meditaciones, que molan mogollón porque haces lo que te da la gana, y por ejemplo, por lo que yo entendí, si quieres ir a la playa pues lo piensas y vas y si quieres tener frío, pues vas y lo tienes, ¡así cualquiera! ¡Seguro que hasta pueden no ir al cole! ¡Ja, no me extraña que no estuvieran traumatizadísimos por no tener helados!

-      Laura, - dijo Andarel- ¿ya pensaste si me puedes ayudar?
-      Es que yo no sé cómo te puedo ayudar, ya te lo dije, ¿no? Como no me des alguna pista…
-      Bien, la cuestión sería hacer llegar la señal de mis meditaciones a mis amigos antarintianos, seguro que si se reúne el Consejo de Sabios encuentran la forma de hacerme volver…
-      ¡Vale! ¡si sólo es eso! ¡Haber empezado por ahí!
-      No entiendo cómo los niños de tu planeta podéis gritar hasta cuando meditáis…
-      ¡Jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Mira que eres gracioso!
-      ¡Fantasía, me vas a dejar sordo!
-      Bueno, pues que sepas que yo no tengo ni idea de lo que tengo que hacer. Lo único que se me puede ocurrir es buscarme un poco la vida y preguntarle a un amigo de Maragut si se le ocurre algo. Es que ese amigo está como una cabra y Mara siempre le dice que es como un científico loco, así que seguro que él sabe.
-      Pienso que mis esperanzas se van desvaneciendo por momentos…
-      ¡Jaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Es que me parto contigo! Y ahora, como ya sabes lo que quiere decir dormir…¿ME PUEDES DEJAR TRANQUILITA UN POCO PARA QUE DUERMA? ¿SÍ? ¿TÚ CREES QUE SERÁS CAPAZ?
-      De acuerdo, me parece justo. También es el momento de mis meditaciones, la próxima jornada seguiremos intercambiando pensamientos.
-      Mmmmmmmmmm, vale, vale, como tú digas, ¡A DORMIR!

Que claro, luego dice que grito, pero si no me llego a haber puesto así de seria seguro que seguía dándome la vara cien horas más.

Al día siguiente, en cuanto me levanté,  lo primero que hice fue preguntarle a Mara  que cuándo íbamos a ver a su amigo Álex. Ella se quedó a cuadros, porque me dijo que hasta ese momento no se había dado cuenta de que me caía tan bien su amigo, pero que si tanto me apetecía podía llamarlo y quedábamos  los tres. Entonces yo empecé en plan pesado : “¿Por qué no lo llamas ahora?”. Y ella “bueno, mujer, tampoco será tan urgente, ¿no?”. Y yo no le podía decir que sí porque seguro que sospechaba algo, pero como tampoco le podía decir que no, pues no me quedó más remedio que seguir dando la lata… “anda, llámalo, porfi” y estuve así mucho rato y al final, para que parara de una vez, lo llamó y quedamos en pasar por su casa por la tarde.

Mira que me costó esperar tanto, porque aún faltaban cinco horas y yo no entendía por qué no podíamos ir en ese mismo momento. Pero eso sí que no coló, porque Mara me dijo que es de mala educación aparecer por casa de alguien así, sin llamar ni nada, que hay que avisar primero por si a la otra persona no le viene bien y rollazos de esos que yo no entenderé en la vida ¡como si a mí me fuera tan fácil esperar cinco horas! Jo, es que a veces parece que no me entienden… y menos mal que estaba de “vacas” porque si no a lo mejor teníamos que esperar una semana o así y seguro que me da algo.

Pasé esas horas como pude, aguantando mucho las ganas de ir y haciendo lo único que podía : ver “dibus”, leer un cuento que estoy leyendo que es muy “díver”, pintando un poco con las pinturas nuevas… Eso, cosas así  que tampoco es que me apetecieran tanto, vamos, que normalmente me gustan pero ahora no es que diera mi vida por ellas…

Cuando iba a ser la hora de salir (bueno, un buen rato antes) ya empecé a decir : “¿no nos vamos?, ¿qué ropa me pongo?, ¿a qué hora habíamos quedado?” y cosas así, para que se notara un poco que tenía prisa (creo que Mara me lo notó, porque parecía que le iba a dar un ataque de nervios). Es lo que más mola de ser súper-detective, que tú sabes lo que pasa de verdad y el resto del mundo ni se lo imagina, pero lo malo es que tampoco se dan cuenta de lo importantes que son las cosas que nos pasan, claro…pero bueno, la culpa era de Mara, porque si me hubiera creído, pues ahora no tendría que estar así, sin decirle toda la verdad de la vida.

Cuando llegamos a casa de Álex resulta que tuvimos que estar esperando un rato en la puerta porque se había olvidado de que íbamos a ir. Mara lo llamó al móvil y Álex le dijo que ya venía. (La verdad es que Mara estaba una mezcla de enfadada y divertida, porque no paraba de decir que Álex estaba como una cabra y que ya vería cuando apareciera…)

Y cuando apareció, al final no le hizo nada, porque como se había puesto un abrigo y estábamos en pleno verano, pues ya le dio la risa y se le pasó el enfado:

-      Hombre, Álex, ¿y tú por aquí? - le dijo Mara en cuanto lo vio, así con tonito…
-      Perdonad, por favor. Es que se me había pasado totalmente. Es que no sé acordarme de una cita. Creo que lo mejor es que vengáis cuando queráis, sin llamar, así seguro que me encontráis en casa siempre. Sólo salgo de vez en cuando, cuando necesito algo del laboratorio. Ahora me gusta más trabajar en casa.

(Me tuve que esforzar mogollón para no decirle a Mara : “¿Así que hay que llamar antes, no?”, pero como ahora era súper-detective pues pensé que era mejor no decir nada, no fuera a ser…Pero que conste que ella me miró un poco extrañada al ver que no decía nada).

Estuvieron un buen rato hablando de sus cosas, Mara se metía con él por lo del abrigo y él le dijo que claro, como en su casa tenía aire acondicionado muy fuerte para los aparatejos que usaba, pues que luego se olvidaba de que fuera no hacía frío y que iba siempre pensando en sus experimentos y ni se acordaba de que tenía calor con el abrigo puesto. Iba a tener razón Mara con lo de que estaba como una cabra…

Pero llevaban no sé cuánto tiempo hablando y resulta que a mí no me hacían ni caso, así que me estaba empezando a poner un poquito nerviosa y me agarré a la pierna de Mara para ver si se enteraban de que yo no era invisible. Dio resultado, porque Álex me miró por fin, ¡que parecía que ni me había visto, vamos!.

-      ¡Hombre, Pitu, cuánto tiempo sin vernos!
-      ¡No me llamo Pitu, me llamo Laura! – es que Mara me llama Pitu, pero       tampoco es cosa de  que me lo vaya a llamar todo el mundo.
-      Perdone, doña Laura, ya sabe que a veces me despisto un poco. Espero que  pueda disculparme.
-      Bueno, mmmmmmmmmm, me lo voy a pensar…
-      Gracias, gracias, doña Laura. Bueno, podemos entrar de una vez, ¿no? ¿o sacamos los refrescos a la puerta?
-      Pues mira – dijo Mara- creo que eso todavía no lo hiciste nunca…

Nos dio un buen ataque de risa a todos, y por fin entramos en casa de Álex, que ya iba siendo hora.

Jo, tenía razón con lo del frío, que parecía que estábamos en el Polo Norte. Yo estaba a puntito de convertirme en pingüino cuando me dejó un jersey que me quedaba enorme y a Mara una chaqueta de lana que también le quedaba grandísima (es que Álex es la persona más alta que conocí en toda mi vida).

Je, y la más desordenada de todo el mundo y de Marte y de todo, jobá, ya sabía lo que iba a decir cuando me echaran la bronca por no ordenar los juguetes…Es que qué desastre, vamos, que yo hice como que no me daba cuenta pero lo miraba todo y tenía platos por encima de los libros y una bufanda tirada en el suelo y la alfombra casi no se veía con los papelotes que estaban por todas partes. Para sentarnos en el sillón tuvo que apartar un montón de libracos y claro, los puso en el suelo también. ¡Menos mal que vivía en un bajo, porque si no, seguro que se cae el suelo! (Me encanta que los mayores sean tan desordenados, porque siempre se pasan de listillos con lo de que hay que ordenar y todo eso).

Luego resulta que él creía que había comprado refrescos y no había nada y tuvimos que beber un vaso de agua. ¡Y ni tenía patatas fritas! ¡Qué dura es a veces la vida de súper-detective! (aunque a lo mejor lo cambio por súper-espía… lo tengo que pensar…), porque si no fuera por la misión que tenía, yo es que me piraba. Pero bueno, me porté bien y decía que todos los aparatejos raros que me enseñaba eran muy interesantes; y cuando me hablaba de sus experimentos decía : “jo, qué guay!”, aunque era todo aburridísimo.

Entonces fue cuando Mara se levantó y dijo que volvía enseguida (seguro que iba al baño) y me quedé sola con Álex. Aproveché el momento porque pensé que a lo mejor era el único que tenía en toda mi vida y le conté a Álex mi misión. ¡Como Álex era mayor pero estaba como una cabra, pues resulta que se lo creyó todo! Es que estaba más alucinado que yo, que parecía imposible; y no paraba de preguntarme cosas de Andarel y de Antaríntades y se lo tuve que contar así, muy bajito, para que no oyera Mara. Y entonces fue cuando a él se le ocurrió el plan, es que era un genio, vamos, tenía cada idea… y cuando llegó Mara empezamos con el híper-plan.

-      Mira, Mara (ahora él también le llamaba así : tengo mucha influencia en todo el mundo),  estuvimos hablando Laura y yo y resulta que le interesan muchísimo estos experimentos tan raros que estoy haciendo.
-      -¿Qué experimentos son esos?
-      Bueno, es que son cosas muy, pero que muy confidenciales y sólo se puede hablar de ellas con otros científicos – y le guiñó el ojo para que se diera cuenta de que era una bromita y que le siguiera la corriente.
-      Sí, sí, son interesantísimos, ¿puedo venir por las tardes aquí? ¡Porfi, porfi!– dije yo como una loca.
-      Vale, vale, si son tan confidenciales y no me puedo enterar pues vale.  Te dejo aquí por las tardes y me voy a dar una vuelta. No os preocupéis, que no os quiero molestar…- y ahora se estaba haciendo la ofendida, pero seguro que no le parecía mal.
-      Bueno, le dijo Álex, ¿qué tal si empiezas ahora mismo y nos dejas un ratito a solas?

Aquí Mara sí que ya se puso un poquito celosa de verdad, porque vamos, es que no se lo esperaba y la verdad es que fue un poco sorprendente; pero claro, no le quedó más remedio que decir que bueno, que aprovecharía para hacer unos recaditos y que venía a buscarme dentro de un rato.

Y entonces nos quedamos Álex y yo… ¿cómo decía él?...¡Ah, sí, “planificando la estrategia”! ¡Toma! Yo eso no lo hubiera dicho ni loca, pero le dije que vale y empezamos a “planificar”. Me dijo que lo primero que tenía que hacer era preguntarle a Andarel si se le ocurría alguna manera de conseguir volver a Antaríntades, que como es un “alien” y seguro que tiene una inteligencia superior a la nuestra, a lo mejor tenía una forma de “articular la manera” de conseguir regresar. Álex hablaba un poco raro, yo pensaba que a lo mejor sería más rápido que Andarel conectara con él porque vamos, es que eran tal para cual...

Quedamos en que por la noche, cuando estuviera en la cama y Andarel se apareciera… bueno, yo me entiendo… pues que iba a hablar con él y a apuntar lo que me dijera para no olvidarme de nada y que al día siguiente se lo iba a contar todo a Álex y a ver si se le ocurría algo. Bueno, todo así muy secreto y muy guay, que en mi vida pensé que fuera a tener una misión tan importante. También quedamos en que teníamos que ir a ver a Andarel, porque Álex no lo había visto y decía que quería conocerlo y que a lo mejor si estaba a su lado pues también él podía comunicarse con el “marcianito”. Yo le dije que vale, pero no sé, en el fondo yo creo que prefería que no pudiera porque si no a lo mejor Andarel pasaba un poco de mí y, a mí ya me apetecía eso de “formar parte de la misión” y lo de ser la más importante, porque no es por presumir, pero como no estuviera yo a ver cómo se las iban a arreglar ese par de locos…

Cuando vino Mara estuvo un rato a ver si nos podía “sacar” algo de lo que habíamos estado haciendo, así haciendo preguntitas como “bueno, ¿descubristeis muchas cosas importantísimas?” “A saber lo que os traéis entre manos vosotros dos” y cosas así, pero nosotros no picamos y no le dijimos nada de lo que habíamos hablado, ¡se siente!.

Jo, es que no podía esperar a meterme en la cama. Es alucinante, porque siempre empiezo a dar vueltas y vueltas para acostarme lo más tarde posible y ahora era yo la que apuraba muchísimo y me parecía a mí que Mara iba a acabar totalmente loca con tanto secretito…

¡Por fin! Ya estaba metida en la cama y empecé a dar vueltas y vueltas y nada, y luego me quedé quietecita de todo que casi ni respiraba por si así era más fácil y tampoco. Ya estaba completamente de los nervios; es que me daba algo, y entonces oí la vocecita:

-      Laura, ¿estás ahí?
-      No, estoy en la China, si te parece…
-      ¿La China? Perdona, pero no la conozco…
-      Mira, pollito (y aquí lo dije un poco con mala uva), que sea la última vez que me haces esperar tanto tiempo, que ya creí que no iba a volver a hablar contigo, yo es que vamos, que me muero por ayudarte y tú vas y me dejas plantada.
-      Perdona, Laura, es que el tiempo…
-      ¡Cállate de una vez, ahora me vas a empezar con el rollo de las alas de los peces del lago y todo eso, que me lo sé de memoria!
-      …………….
-      ¿Ahora no dices nada?
-      ¡Es que me dijiste que me callara! ¡Los niños de la tierra sois aún peores que los padres de Antaríntades!
-      JAJAJAJAJAJA, eres muy gracioso, Andarel. Es que aquí cuando decimos “cállate” no quiere decir que te calles de verdad…¡Bueno, vamos al plan, que es lo más importante!
-      ¿El plan? ¿Qué plan?
-      El que estamos haciendo Álex y yo en plan súper-detective.
-      Laura, por favor, sabes que no entiendo nada…
-      ¡Claro! Pero me gusta hacerte rabiar de vez en cuando. A mí me lo hacen mucho, así que por una vez, me vengo. EEEEEEh, que Álex es un amigo de Mara que es muy listo, vamos, un científico loco, y que me dijo que mañana te quiere conocer y que a lo mejor hasta puede comunicarse contigo (aunque no creo, la verdad, ¿no?)
-      No sé, Laura, a lo mejor conseguimos establecer una comunicación…
-      ¡No! ¡Seguro que no! Pero como le dije que vale, mañana iremos los dos a verte. Pero antes me dijo que te fuera preguntando que cómo te parece a ti que te podríamos ayudar. No sé, un marcianito muy famoso, que se llama E.T., resulta que lo que necesitaba era un teléfono, como nosotros tenemos pues a lo mejor…
-      ¿Un marcianito? ¿Te refieres a algún habitante del planeta rojo?.
-      Buenooooooooo, lo que sea, total no era de verdad, que era de una peli….
-      ¿Una peli? ¡Fantasía! ¡Nuestros pensamientos se bifurcan cada vez más!
-      Vale, como tú digas, pero ¿necesitas un teléfono o no?
-      Pues la verdad es que, por lo que yo vi hasta ahora me parece que no funcionan muy bien. La gente lo único que hace cuando habla es repetir siempre lo mismo : “¿me oyes ahora?” “Espera, que me muevo” “No te oigo, vete a otro sitio a hablar, que se te oye entrecortado”. Pienso que nosotros somos mucho mejor que vosotros en lo que a comunicaciones se refiere…
-      ¡Ya está chuleándose otra vez! Vale, listillo, y ¿cómo os comunicáis vosotros, si puede saberse?
-      Una de las formas de comunicación es la que tú conoces, es decir, la transmisión mental de pensamiento. La otra es un poco más complicada para vosotros, tenemos un lenguaje que no se parece en nada al vuestro.
-      ¿Cómo es? ¿cómo es? Porque yo estoy estudiando inglés en el cole, no es por nada, y más difícil que eso no creo que haya nada.
-      Pues no sé, “hola” lo diríamos así : “ñlnuhfiuhajrlkejoeijefcoeidoijkdliuiudfudfukjdsfi”
-      ¡Jobá! ¡Cómo os pasáis! ¡Es peor que el inglés, y seguro que también que el chino! ¡Jaaaaaaaaaaaa! Si para decir hola decís así, para decir, por ejemplo, “soy Andarel y tengo muchas pinturas de colores” os debéis de pasar veinte años por lo menos.
-      No te voy a decir nada del tiempo porque si digo algo seguro que me mandas callar, pero digamos que para nosotros es muy sencillo, como para ti cuando hablas tu idioma.
-      ¡Jobá!, cuando se lo diga a Álex va a alucinar a colores, pero claro, total no creo que aunque escribieras una carta diciendo algo te la fueran a mandar por correo, así que no creo que valga…
-      No, de todas formas, la escritura no es un arte que conozcamos en mi planeta, al disponer de la transmisión mental no nos hace falta.
-      ¡Guay! ¡Entonces ya está! ¡Mira que eres burro, Andarel! ¡Pues te comunicas mentalmente con tu mujer…bueno, con tu “destinada”, con Calista, y ya está…
-      Kálise, Laura, se llama Kálise.
-      Vale, es igual, pues te comunicas con ella.
-      Pero estoy a miles de años luz. La transmisión mental no alcanza distancias tan grandes.
-      ¡Jo! ¡Pues la tenemos clara, vamos!
-      Creo que eso es lo que estoy empezando a temer, en caso de que “tenerla clara” signifique lo que yo creo…
-      Bueno, pues tú ahora a meditar y yo a dormir, que ya va siendo hora. Y a ver si mañana se le ocurre algo a Álex. Como vamos a ir a verte,  pues a lo mejor al ver lo enano que eres se le ocurre mandarte así, lanzándote al aire, ¡juajuajua!
-      Intentaré meditar con ese pensamiento tan agradable presente en todo momento.
-      Vale, vale, era una broma…¡Nos vemos mañana!
-      Hasta mañana, Laura.

Luego tardé un rato en dormirme, porque yo quería animar un poco a Andarel con lo del lanzamiento (no sé si lo conseguiría mucho, pero bueno), pero la verdad es que no veía yo la forma de ayudarlo, vamos, que ni una división de las difíciles me parecía tan imposible. Total, que tuve un insomnio de media hora por lo menos y luego me dormí porque me abracé muy fuerte a mi osito y parece que me dio resultado, que, si no, seguro que aún no me había quedado “sopa”.

        Ya no cuento lo que hice por la mañana porque me enrollo mucho. Sólo tengo que decir que mi hámster está loco y hace cosas muy raras. Pero bueno, lo de siempre…

        Por la tarde nos fuimos muy tempranito a casa de Álex, porque le habíamos dicho a Mara que era mejor ir a la exposición a primera hora, que luego había mucha gente y blablabla, ( es que queríamos empezar cuanto antes con mi plan…bueno, el de Álex, ¡qué más da!).

        Así que nos fuimos muy prontito a la exposición. Yo estaba más nerviosa que todo, ¡jo! ¡como hablara con Álex y me dejara plantada! Cuanto más nos acercábamos más nerviosa me ponía, y cuando aún faltaba un poco por llegar (estaba en el segundo piso y nosotros aún íbamos por el primero) ya oí la voz de Andarel : “estoy deseando verte otra vez, Laura, siento que ya estás muy cerca” y yo pensando : “como lo haya oído Álex me muero” y voy y se lo pregunto y me dice que no, que no oyó nada, y yo contentísima, claro, pero disimulando y diciéndole : “¡vaya, qué pena, Álex, con la ilusión que me hacía!” pero pensando : “uuuuuuuuuffffffffffff, parece que me libré”. Pero bueno, aún un poco nerviosa porque como no habíamos llegado a su lado…

        Cuando llegamos, Álex sacó del bolsillo una lupa que había traido para ver mejor a Andarel (estaba en todo, el tío) y resulta que Andarel se asustó mucho porque veía un ojo grandísimo y no sabía lo que era. Como yo lo oía y Álex seguía sin oir nada (¡guay!) le tuve que decir que estaba asustando al pollito, que no pusiera la lupa de momento, que yo le explicaba a Andarel lo que era eso para tranquilizarlo. Se lo expliqué tan bien que lo entendió a la primera y entonces ya le dije a Álex que ahora podía volver a mirar.

-      ¡Qué organismo tan extraordinario! - dijo Álex.
-      Pues sí, la verdad es que para ser un pollito es bastante guapo - dije yo, (es que era la verdad).
-      Dile a tu amigo que le estoy enviando ondas poderosas de pensamiento, pregúntale si las recibe – me dijo Andarel.
-      Vale, ya le pregunto - (y lo dije en voz alta)
-      ¿Ya estás hablando con él?, me dijo Álex.
-      Sí, que dice que si recibes sus “ondas”.
-      No, no puedo recibirlas… me temo que no tenemos capacidad de conexión…
-      ¡Guay! -(esto se me escapó…)- mmmmmmm, quiero decir que qué pena – y claro, intenté poner la cara más triste que pude, porque si no, pues no colaba. Pobrecito Álex, me iba a empezar a dar pena de verdad…

Entonces estuvieron tres horas, cada uno por su lado, dándole vueltas a la mejor forma de comunicarse. Es que los dos se pasan de listillos, tanto rollo para algo que estaba clarísimo : ¡yo tendría que ser la traductora!. Total, no tenía que traducir tanto, porque Andarel sí que entendía perfectamente a Álex. Yo sólo tenía que “traducirle” a Álex lo que me preguntara Andarel y ya estaba el lío resuelto. (Cuando se es demasiado listo, parece que no hay manera de enterarse de las cosas más chupadas…).

Así que empezaron a hablar… bueno… más bien empecé a trabajar yo como una loca, traduciendo todo (¡ Qué guay, protestaba de vez en cuando para que vieran lo importante que soy, pero la verdad es que molaba mogollón).

Y Álex venga a preguntarle a Andarel si se le ocurría algo para ayudarlo, y Andarel a decirle que no se le ocurría nada… Hasta que por fin pareció que Álex tenía una idea. ¡Ya era hora!.

-      Bien, - dijo Álex – vamos a ver, pregúntale si se le ocurre la manera de hacer que su señal mental pueda llegar a Antaríntades, ya que te dijo que ésa sería la única forma de comunicación posbile.
-      Vale – dije yo después de oir a Andarel – dice que en su planeta nunca se había planteado la necesidad de tener que transmitir la señal a lugares tan remotos.
-      Pregúntale si se le ocurriría algo que pudiera amplificar la señal, no sé, lo primero que se le ocurra, aunque parezca que no tiene mucho sentido…
-      Dice que no sabe, que lo único que se le ocurre es que el polvo de las estrellas de Antaríntades posee facultades extraordinarias, que se usa para muchísimas cosas en su planeta y que creen que aún puede valer para muchas más.
-      ¿Polvo de estrellas? ¡Dios mío! ¿De dónde vamos a sacar polvo de estrellas? … espera… calla… estoy pensando…


Y ahora parecía que se había vuelto aún más loco, porque o daba gritos o hablaba tan bajito que ni se le oía,  y se le puso una cara rarísima. Los ojos casi cerrados del todo y las manos metidas en los bolsillos del abrigo. Sí, había vuelto a traer el abrigo, pero bueno, es mejor dejar ese tema…

Luego empezó a dar vueltas con la cabeza baja, mirando al suelo, vueltas y vueltas, que parecía que se iba a marear.  Andarel no comprendía por qué “los habitantes de mi planeta”, como decía él, teníamos que poner unas caras tan raras y movernos tanto para pensar, ¡Claro, como ellos se quedaban quietos como momias!  (menos una de unos “dibus” que se movía y me dio un miedo…). Bueno, pues yo tampoco entendía cómo hacía cosas tan raras y le dije a Andarel que debía de ser porque, al ser un científico loco, pues no hacía las cosas como las personas normales.

Cuando acabó de pensar se le quedó una cara aún más rara, como de tonto muy tonto. Se fue acercando a nosotros muy despacito, se quedó mirando fijamente a Andarel y dijo : “¡creo que ya lo tengo!”, y Andarel preguntando que qué tenía, y yo diciéndole que era una forma de hablar, que quería decir que se le había ocurrido una idea.






CAPÍTULO 3

LA INVESTIGACIÓN



                ¡Qué asco de trabajo! ¡Una primitiva es lo que yo necesitaba! Todo el día de acá para allá, solucionando problemas imposibles, y ¿para qué? ¡Para que nadie te lo agradezca, para eso! ¡Que es que se deja uno la piel y no hay una palabra de agradecimiento por parte de nadie! Una primitiva de las buenas, millones y millones, ¡eso sí que sería vivir, y no lo que hago ahora, que ya tengo añitos para un buen retiro! No tantos como dicen mis compañeros, digamos que el apodo de “abuelito” todavía no me va bien. ¡Que tenga que aguantar uno a estas alturas que venga un niñato a ponerle motes! ¿Luego a quién recurren cuando hay algo serio que nadie puede resolver? Pues a mí, al tonto de “Johnny el lince”, otro mote que se ha convertido en nombre propio con los años; creo que ni yo mismo me acuerdo de cómo me llamo.

        Millones y millones para comprarme el yate ése de la revista, que tengo pegada la foto en el despacho para mirarla de vez en cuando y relajarme un poco. ¡Por aquí me iban a ver! ¡Ya me podían buscar por las Bahamas, que ya conseguiría yo que no me encontraran! ¡Entonces se iban a enterar de lo que valía “El abuelito”! , ¡Ya verían cómo me echaban de menos! Es que me da pena pensar cómo se les iban a acumular las pilas y pilas de expedientes de casos sin resolver. Veríamos al señor Comisario, tan listo y tan inteligente llorando para que volviera…Pero lo siento mucho; yo estaría muy ocupado pescando a bordo de mi yate, no tendría tiempo ni para echar una mano. Si me cansara de navegar siempre podría atracar el yate en un puerto de lujo y alojarme durante una temporada en un hotel de cinco estrellas por lo menos. ¡Que me lo dieran todo hecho! Comida, arreglo de la habitación y servicio de lavandería, que la comida congelada ya me sale por las orejas, ¡Como para aprender a cocinar, vamos, con el tiempo libre que tengo!

        Y es que me están volviendo loco desde el día en que al señor Comisario se le ocurrió la brillante idea de irrumpir en mi despacho con un : “Johnny, tenemos un caso urgente, tenemos sospechosos y sólo nos falta una confesión, ¿crees que podrás hacerte cargo o será demasiado complicado?”. Como siempre, el señor Comisario me obsequiaba con su fina ironía. No creo que supiera hablar de otra forma… “Claro, señor Comisario. Ya sabe que yo aquí estoy para cumplir órdenes, lo de dormir por las noches es tan inútil que hace tiempo que no lo practico”. Si quería ironías yo le iba a dar una buena ración…Y entonces, la lumbrera me cuenta una historia que debió de sacar de algún cómic de esos que esconde en el cajón de su mesa de despacho, (que será brillante, pero su afición a los cómics es famosa en todas las comisarías de aquí a Melbourne). Va el tío y me suelta, sin ponerse colorado ni nada, la fantástica historia de no-sé-qué marciano que tenían expuesto en no-sé-qué exposición de cosas del espacio en no-sé-qué museo científico. Hace falta ser simple para tragarse esos rollos (o para ir a los museos, ya que estamos en ello). La carcajada que solté debió de oirse desde lejos, que hasta vino la secretaria a preguntar si había algún problema – No estaba muy acostumbrada a oir mi risa, hasta a mí mismo me extrañaba, y la verdad es que de la falta de costumbre no me salía muy natural-,  Yo le dije que no, que no había ningún problema, que teníamos una misión de cuento para niños tan urgente que a lo mejor convenía ingresar de urgencia al señor Comisario. Ya conseguí ganarme la bronca del día, al menos me caía temprano y no tenía que seguir buscándomela…

-      Muy bien, Johnny, ya has hecho la gracia. Ahora, si te parece, nos concentramos en el caso.
-      Claro, señor Comisario, necesitamos documentación sobre el tema, ¿le parece a usted más adecuado un cómic de los suyos o mejor llamamos a la NASA? (Este fue un golpe bajo: el señor Comisario, tan importante, nunca reconocería su afición a esos tebeos).
-      Cuando acabes con las guasas te cuento de qué va el tema, Johnny;  pero no te des prisa, que tiramos todo el día a la basura y nos dedicamos a contar chistes…
-      Perdón, señor Comisario. Dígame, dígame, que yo intentaré contener la risa.
-      Muchas gracias, Johnny. No sabes cuánto te agradezco el esfuerzo. No sé si habrás visto en los periódicos las noticias de todos estos días acerca de la exposición, aunque sé que no te dedicas a leer los periódicos. Al fin y al cabo te quitaría tiempo para quejarte por todo.
-      Tranquilo, que en cuanto me toque la primitiva dejo de quejarme.
-      Bien, pues hasta ese momento haz el favor de concentrarte un poco. Desde hace quince días está abierta una exposición en el Museo Científico de materiales encontrados por los distintos satélites y naves tripuladas enviados al espacio en misión exploratoria. Una de las rarezas expuestas, que ha dado la vuelta al mundo y que es conocida absolutamente por toda la población mundial… excepto por ti, claro, es un ser recuperado por una de las últimas naves, la Saturno, en su exploración de la constelación Garatea.
-      Frene un poco, señor Comisario, que estoy cogiendo apuntes para no perder ni una palabra. ¿Entonces dice usted un ser… vivo?
-      Efectivamente, Johnny, un ser vivo que, por casualidad, fue encontrado a la vuelta de la expedición, hará cosa de un año y que, al parecer, estaba en una de las cajas de muestras entre algunas piedras y vegetación. Dicen que los astronautas lo vieron en el momento de recogerlo, pero la opinión más generalizada es que eso lo dijeron luego, que en el momento ni se enteraron del gran hallazgo que estaban realizando y de su importancia para la concepción del espacio, que a raíz de este hecho dio un giro radical.
-      Sí, claro, señor Comisario. Pero no gaste saliva con esas palabritas, sabe que lo mío no es la ciencia.
-      No, ni la ciencia ni los libros, tranquilo. No pienso tomarle por una persona culta.
-      Muy buena, señor Comisario. Tiene usted muchísima gracia.
-      Bien, el caso es que ese ser ha desaparecido del museo repentinamente, nadie se explica cómo ha podido suceder, ya que las medidas de seguridad eran las más fuertes que se recuerdan. Como puede imaginarse este caso es de ésos que pueden hacernos quedar fatal ante los ciudadanos si no conseguimos resolverlo en un tiempo récord; por no hablar de periodistas, que están deseando una excusa para dejarnos en ridículo.
-      Claro, claro, ¿entonces dejo el caso del ladrón de joyerías?
-      Sí, Johnny, de todas formas lleva usted un mes con él y no ha conseguido grandes avances.
-      El tío usa guantes todo el tiempo; no deja huellas por ninguna parte; yo no soy adivino…
-      Dejémoslo pasar…en las cámaras de vigilancia hemos localizado a dos personas que muy bien podrían tener algo que ver en este caso, se trata de una niña de ocho años y de un joven de treinta y tantos que…
-      ¡Muy bien, tenemos una delincuente de guardería, la cosa va mejorando!
-      Como le iba diciendo, los dos sospechosos fueron todos los días a la exposición y las grabaciones indican que se quedaban aproximadamente una hora al día parados delante del ser extraterrestre, en lo que parecía ser una contemplación demasiado intensa  que más bien indica algún tipo de estudio en profundidad.
-      Bien, una niña de ocho años impresionada por la presencia de un extraterrestre. Creo que está claro que el caso es muy poco habitual…
-      Aunque no se lo pueda creer, eso fue lo que yo mismo dije cuando me hablaron de las grabaciones; pero mírelas usted mismo y luego dígame si, en su experta opinión, no se podría decir que tanto interés es un poco excesivo.
-      ¡A sus órdenes, señor Comisario! Veré las grabaciones y, para ponerme un poco a tono con la investigación, incluiré algunos dibujos de Tom y Jerry, ¿le parece a usted bien?
-      Créame, Johnny, no tiene usted tanta gracia como cree. Mire las grabaciones con detenimiento y seguimos hablando del tema. Aquí las tiene.

Y me suelta una tonelada de cd-rom encima de la mesa para ver en mi ordenador, que más que ordenador parece una patata… Muy bien. Todo sea por cumplir con mi deber, que no se diga que Johnny no es un auténtico profesional. Fui a buscar una coca-cola y unos cuantos donuts, me coloqué las gafas de ver de cerca (el motivo del otro mote, que no pienso repetir) y me dispuse a pasar un divertido día en el cine, que tampoco es algo que me entusiasme. ¡Lo que hay que hacer por no ganar una primitiva!

Cuando llevaba tres horas viendo las apasionantes grabaciones, creo que influido por los cinco donuts que había comido y por el insoportable calor que hacía desde que se había estropeado el aire acondicionado (¡hacía un mes!) se me cerraron los ojos por completo y, tras una cabezada de media hora tuve que volver atrás para seguir viendo lo que faltaba, que aún era mucho. Los sospechosos eran ciertamente curiosos, la niña era… una niña (tampoco me gustan los niños, dicen cosas muy raras que nadie entiende y se mueven continuamente como una peonza. No entiendo cómo pude ser niño en alguna ocasión, aunque yo era un niño bastante serio y lo de los juegos me aburría profundamente…), pero bueno, en honor a la verdad, tengo que decir que era una niña especialmente guapa, haré una  descripción de la sospechosa : un metro treinta centímetros, delgada, pelo castaño casi siempre recogido en dos coletas y con flequillo, ojos castaños un poco almendrados y siempre risueños. Estaba siempre acompañada (excepto el primer día, que iba con una mujer) por un hombre alto. Haré ahora la descripción del sospechoso : pelo oscuro, ojos oscuros, ropa oscura y mucha pinta de despistado; lo hacía aún más sospechoso su costumbre de llevar abrigo en pleno verano, especialmente este verano, de grave ola de calor. ¿Podría querer esconder algo en el abrigo?, esto me dio qué pensar… el sospechoso miraba atentamente al ser extraterrestre y, al mismo tiempo, hablaba con la niña, que cerraba los ojos y luego los abría para contestarle. Sentía mucho tener que reconocerlo, pero iba a tener que darle la razón al señor Comisario. Todo era muy extraño. Además, ambos sospechosos dejaron de acudir al museo en cuanto se conoció la desaparición del ser extraterrestre…Muy extraño…

Cuando acabé de ver las grabaciones me acomodé más en mi sillón para meditar un poco, y me sucedió lo que pasa siempre cuando me pongo a meditar : me quedé dormido en el acto. A falta de despertador, me despertó a gritos el señor Comisario, haciendo puntos para ganarse una buena afonía, que vendría de maravilla, por cierto.

-      JOHNNY ¿ESTÁ USTED CÓMODO O LE TRAEMOS UN EDREDÓN NÓRDICO?
-      Mmmmmmmmmm, no, gracias, señor Comisario, recuerde que hace mucho calor porque no consigue usted que arreglen de una vez el aire acondicionado.
-      ¿Le parece a usted normal ponerse a dormir cuando le acabo de encargar un caso que le he dicho claramente que es de máxima prioridad?
-      Perdone usted que le contradiga, pero no estaba durmiendo, estaba meditando.
-      Bien, pues medite un rato despierto, para variar. ¿Ha terminado de ver las grabaciones?
-      Sí, claro, señor Comisario. Sabe que trabajo muy deprisa.
-      Bueno, dejemos eso ahora… ¿qué le han parecido?
-      Pues…tras haberlas visto muy detenidamente, y aunque me cueste mucho reconocerlo, tengo que decirle que a mí también me resulta extraña la actitud de los sospechosos, aunque le diré también que a mí ese pajarraco no me parece ni un extraterrestre ni nada.
-      Bien, ahórreme sus opiniones científicas, por favor, y concéntrese en la actitud de los sospechosos…
-      Por una parte, el sospechoso adulto tiene una forma de vestir, digamos… curiosa.
-      ¡Hombre, Johnny! ¡No me diga que se ha metido usted a modisto!
-      Como iba diciendo, viste ropa de invierno en pleno verano, lleva el pelo muy largo y muy despeinado…Vamos, el sospechoso perfecto.
-      ¿Algo más, o basa sus deducciones en hechos tan fundamentales?.
-      La niña, por el contrario, parece bastante normal, para ser una niña, quiero decir.
-      ¿Va a seguir mucho rato diciendo bobadas? Es para hacerme una idea…
-      ¡Estoy intentando hacer mi trabajo! De todas formas, lo más extraño es su actitud ante el bicho : se paran delante, la niña por momentos parece como si hablara con él… Ya sé que es ridículo, pero es la impresión que da. El joven se dirige a la niña continuamente como si le consultara algo… Teniendo en cuenta que esto lo hacen todos los días podríamos decir que sí, efectivamente es extraño. ¡Ah! ¡Y las vueltas y vueltas que da el joven mirando al suelo! Parece como si estuviera concentradísimo en algo. No sé, hay algo que no encaja.
-      De acuerdo, Johnny. Por una vez ha dicho usted algo con sentido común.
-      Lo malo va a ser localizar a los sospechosos…no tenemos tantas pistas…
-      Le he dicho que ya los tenemos. La buena noticia es que nuestro equipo de investigación ha conseguido localizarlos y están retenidos en la sala de interrogatorios esperando a que vaya usted a interrogarlos.
-      ¡Caramba, pues sí que trabaja bien el equipo de investigación!
-      Sí, tengo que decir que son los únicos que alegran un poco mi trabajo…

Dejé pasar la indirecta. No tenía ganas de discutir con el Comisario y preferí hacerme el tonto.

Fui corriendo a ver a los sospechosos. Tenía mucha curiosidad para ver cómo eran “al natural”, después de las horas de grabaciones que me había tragado, la verdad es que venía muy bien un cambio.

Allí estaban los dos, sentados en la sala de interrogatorios como si no hubieran roto un plato. De cara de culpabilidad nada de nada, ¡Vamos, qué poca vergüenza!.

Nada más entrar en la sala, la niña se me acercó corriendo y empezó a decirme cosas raras sobre por qué no llevaba uniforme, que no era como los “polis” de las películas, que tenía mucha menos pinta de listo y cositas por el estilo, que hacían que mi idea de que los niños no dicen más que tonterías se fuera haciendo cada vez más seria.

El otro, en cambio, tenía pinta de no saber ni para qué estaba allí, y… ¡llevaba puesto su abrigo! Seguramente sería algo muy estudiado, seguro que lo único que pretendía era volvernos locos a todos. A mí me puso de mal humor, debo reconocerlo, y así se lo insinué.

-      Vaya, tanto tiempo encerrado en la comisaría trabajando, que ni cuenta me di de que estábamos otra vez en pleno invierno - le dije.
-      ¿Cómo?, ah, sí, es verdad, ni me había dado cuenta. Laura, podrías haberme avisado, ¿no te parece?.
-      Jajajaja, es que estás muy gracioso. Y si a ti te gusta, pues por mí vale -  le dijo la niña.
-      Vale, muy bien. Pero qué rica eres - le dijo el sospechoso a la niña con tono de enfado.
-      Jooooooooooooooo, ¿ no te enfadarás, verdad? - dijo ella haciéndose la buenecita.

Decidí intervenir, ya estaban empezando a cansarme estos dos…

-      Bien, ¿piensan seguir así mucho tiempo más? Es que si tal me voy a tomar un café y vuelvo cuando hayan acabado… - les dije con la mejor voz de policía que encontré.
-      ¿Te fijas?, a mí también me trata de usted, ¡cómo mola! - dijo la niña.
-      Bueno, ahora mejor nos callamos, Laura, que este señor me parece que se está empezando a enfadar - dijo el sospechoso.
-      ¡Paren ya con tantas tonterías! ¡Me están mareando y aún no hemos empezado el interrogatorio! - y la verdad es que sí me estaban empezando a marear, pero no un poco…más bien bastante. No quería ni pensar en que aún me quedaban muchas horas de aguantarlos…Decidí que lo único que podía hacer era intentar mantener la calma…

Esto resultó ser mucho más difícil de lo que parecía en un primer momento…y ya no parecía fácil en un principio…¡Prefería enfrentarme a un grupo de delincuentes que a estos dos sospechosos! Uno parecía estar continuamente dormido (¡para que diga el Comisario que es imposible dormir más que yo!, aunque la verdad es que yo me duermo en el trabajo…), la sospechosa pequeñita se lo tomaba todo a broma, no parecía darse cuenta de la gravedad de la situación. Y para colmo de males, ahora teníamos a las puertas de la sala a la tía de la niña, dando gritos y diciendo que ya podíamos ir soltando inmediatamente a la sospechosa, que era muy pequeña y tenía que irse pronto a la cama. Está claro : no nos pagan lo suficiente. Una buena primitiva…

Intenté por todos los medios poner un poco de orden en los pensamientos de los dos sospechosos, pero empezaba a pensar que el intento era inútil. Dudaba hasta de que tuvieran algún tipo de pensamiento en sus cabezotas.

-      Vamos a ver, – dije una vez más- ¿tienen o no tienen ustedes algo que ver en la desaparición del extraterrestre?.
-      ¡Ja!, - intervino la niña- ¡ “el extraterrestre” ! ¡ Cómo mola!
-      Venga, Laura – dijo el sospechoso- no interrumpas todo el tiempo a este señor. Realmente es un extraterrestre, vamos a ver, es un ser de fuera de la Tierra, nuestro planeta, por lo cual el señor policía tiene razón en darle esa denominación.
-      Vale, vale, no te pongas así, con lo de la “denominación” o lo que sea. Es que me estoy imaginando a Andarel si oyera a este poli. Le iba a dar un ataque de risa. Aunque ahora que lo pienso…no se reía, ¿no?.
-      Pues es cierto, parece que su organismo no está adaptado a la producción de la risa, al menos tal y como la entendemos en nuestro planeta, pero a lo mejor ellos también tienen una forma de manifestar…
-      ¿Podrían atender un poco a mis preguntas? – ya empezaba a hartarme de la continua falta de respeto que mostraban hacia mí – Cuando acabemos con esto pueden ustedes analizar todo lo que quieran, pero llevamos aquí dos horas y el interrogatorio no progresa. Como sigamos por esta línea tendrán ustedes que pasar la noche entre rejas. ¿les divierte mucho la idea?

Nunca debí hacer esa pregunta…

-      ¡Qué guay! ¡Entre rejas! ¡Como en los “dibus”! ¡Sí, sí, por favor, yo quiero pasar la noche entre rejas!
-      Bueno, Laura. No creo que sea buena idea. Me parece que las habitaciones no deben de ser muy cómodas, y además no te podrían leer un cuento, ¿verdad, señor policía?.
-      ¡Dios mío, están locos de remate! – exclamé yo. ¡Se me están acabando las amenazas! Por favor – ahora casi lloraba- ¿podrían concentrarse un poquito para contestarme? ¡Y hagan callar de una vez a la tía de la niña, que tengo bastante con lo de aquí dentro como para tener que aguantar también los gritos de fuera!
-      Lo intentamos, Jonnhy, - me llegó la voz del vigilante- pero a ésta no hay manera de callarla. Insiste en que la niña tiene que irse a la cama y en que nos vayamos dejando de tonterías.
-      ¡Ay! ¡Yo acabo en un manicomio! ¡Esto no lo soporto más! – nunca soñé tanto con una jubilación como en aquellos momentos…
-      ¡Jo, pobre poli, está triste! A ver, ¿qué le pasa? – me dijo la niña.
-      ¡Es que el señor Comisario quiere que termine cuanto antes con la investigación, pero a este paso nos van a dar las uvas, y luego me caerá una bronca terrible! – dije yo. (Lo admito, estaba haciendo el ridículo).
-      ¡Claro, como mi profe cuando no hago bien los deberes!, ¡Son unos abusones, ese Comisario me cae fatal!
-      Y eso que no lo conoces…que si lo llegas a conocer…
-      Paso, vamos, que es un abusón y un malo. Menos mal que tú eres muy gracioso, que si no…
-      Vale, niñita, pues ya que soy tan gracioso, ¿me puedes ayudar?
-      Sí, vale, ¿qué tengo que hacer?
-      Nada más que contestar a unas preguntitas muy facilitas.
-      ¡Claro! ¿por qué no me lo habías dicho antes? Jo, es que mira que eres tímido…
-      Ejem… sí, bonita, sí, soy muy tímido. ¿Ahora te vas a portar bien y me vas a explicar lo que pasó? Si de paso puedes despertar a tu amigo, pues mejor aún.
-      ¡Ja! No está durmiendo, es que siempre está así, pero la verdad es que dice que está todo el tiempo “pensando en sus experimentos”. Es muy raro.
-      Eso me parece, aunque la verdad es que tú…Ejem, ¡hala!, vamos a ver si me explicáis lo que pasó, ¿mola? – ¡Dios mío, estaba empezando a hablar como ella…!
-      ¡Sí, Bobby, mola!
-      No me llamo Bobby, me llamo Johnny. Bueno, en realidad…¡eso es otro tema! . ¿Para qué ibais todos los días a ver al extraterrestre?
-      Es que me pidió que lo ayudara a volver a Antaríntades.
-      ¡Ah! ¡Claro! Eso lo explica todo…¿Cómo? ¿Qué te pidió qué? ¿Que te habló? ¡Creí que íbamos a hablar en serio!
-      ¡Jo! Tú tampoco me crees. No sé para qué me dices que te cuente lo que pasó si total no me vas a hacer ni caso. Para eso me voy para casa, ¡vamos!
-      Que sí, que sí, que te voy a creer, pero sólo quiero que me digas la verdad y que no te inventes nada.
-      ¡Pues es verdad, es verdad y es verdad! Y además ¿sabes qué?
-      ¿Qué? – piqué totalmente…
-      ¡Que es verdad! ¡Te pillé!
-      Ejem… bueno, pues es verdad entonces. Explícamelo un poco mejor, ¿vale? – reconozco que, por primera vez en mi vida, estaba poniéndome colorado. Pensar que una niña de ocho años me estaba tomando el pelo…

Y entonces me contó una historia que no sé cómo calificar. Podría decir que era extraña, pero me quedaría corto. En realidad era una vulgar historieta de ciencia ficción que debía de haber sacado de sus “dibus”, como decía ella. Ya estaba a punto de mandarlos a los dos a dormir a la celda cuando por fin intervino el sospechoso, volviendo de una de sus meditaciones profundas. (Cuando yo digo que la ciencia es una pérdida de tiempo…)

-      Verá usted, señor policía - dijo el sospechoso- Reconozco que es una historia difícil de creer, pero le garantizo a usted que es totalmente cierta. Esta niña posee unas extraordinarias facultades que le permitieron comunicarse con el ser en cuestión.

Hay que reconocer que la niña tenía razón al menos en algo : este tío era muy raro…¡qué forma de hablar!. Llegado este punto, decidí llevarles la corriente. Es bien sabido que, con los locos, es la mejor forma de actuar : nunca se sabe si pueden ponerse peligrosos…

-      Bien, así pues, la niña se comunicó con el ente extraterrestre, el cual le pidió ayuda para volver a … ¿a dónde?
-      Ya te lo dije – saltó la niña, que había estado calladita un rato – ¡a Antaríntades!, ¡que no te enteras de nada!

(Decidí, una vez más, dejar pasar esta falta de respeto. Ya me iba acostumbrando…)

-      Vale, eso, a Antaríntades. Gracias por recordármelo, Laura. Vale, y entonces ¿qué pasó?
-      Pues que se lo dije a Mara, -(apunté el nombre, debía de ser una cómplice)- le conté que oía la voz  y que luego, cuando fui a ver al pollito ya me di cuenta de que la voz era de él, y que me daba mucho la lata, y  Mara no me creyó y entonces se lo dije a Álex, que como es un científico loco me creyó, así sin más, y tuvimos que pensar en un super-plan para ayudarlo y …¿hay helados? ¡Tengo hambre!
-      ¿Qué? ¡Ah, sí, claro, bonita! ¿Quieres algo más?
-      No te pases. Con un helado me llega, pero de choco y con trocitos, ¿vale?
-      Sí, preciosa. Si tenemos aquí mismo una heladería entera…¡¿te das cuenta de que estás en la Comisaría de policía?!
-      Claro, hombre, no soy tonta; pero me imagino que los polis comeréis helados, digo yo, que si no yo pasaba de ir a trabajar. Además, ya te puedes buscar la vida, que yo sin helado no pienso contar nada más.
-      Bueno, - el que faltaba, el sospechoso- a mí me vendría bien un cafetito…

Los conocía lo suficiente como para saber que, si les decía que no, nos íbamos a pasar tres horas discutiendo el tema, así que mandé al telefonista a buscar todo lo que me pidieron (y aproveché para añadir media docena de donuts al encargo, al menos me valían para algo…). El telefonista pareció no estar muy de acuerdo en que lo mandara “de recaditos”, pero le indiqué que como se negara a colaborar hablaría personalmente con el señor Comisario, ya que se trataba de un asunto prioritario; y aunque siguió sin hacerle mucha gracia, la mención del Comisario le hizo acelerar y dejar de darle vueltas a la noria. Mientras llegaba el encargo aproveché para, con mis mejores técnicas de policía experimentado, sacarles a los sospechosos información sobre la cómplice, Mara. Mi sorpresa fue que me podía haber ahorrado tanta técnica, ya que resultó ser la tía de la niña, que seguía berreando a la puerta. Pensé en hacerla entrar, pero llegué a la conclusión de que, si se parecía un poco a su sobrina, me llegaba y me sobraba con la niña como para aguantar a una doble que, por lo que oía, encima no estaba de muy buen humor…En esto llegó el telefonista cargado con el encarguito, y aprovechó para decirme que le debía diez euros, que no pretendería que, encima, lo pagara de su bolsillo. Le dije que no molestara, que estábamos en pleno interrogatorio, y que ya le pagaría más tarde. Se fue refunfuñando y nos lanzamos como locos a la comida. Me di cuenta del hambre que tenía : no había comido ni un solo donuts en unas cuantas horas y mi organismo me lo estaba pidiendo a gritos. Cuando despachamos todo lo que nos habían traído saqué en conclusión que :

-      El helado no era demasiado “guay” y tenía pocos trocitos.
-      El sospechoso era un poco gorrón, ya que me comió uno de mis donuts.
-      No sabía por qué sólo había pedido seis. Estaban buenísimos…

Tras la comida volví a ponerme serio, a ver si esta vez conseguíamos acabar.

-      Bueno, entonces tu tía no te creyó pero Álex sí. ¿Qué pasó después?
-      Pues que lo llevé a ver a Andarel .
-      ¿Quién es Andarel? ¿Un cómplice?
-      ¡Ja!, ¡es el antarintiano, hombre, que no te enteras!
-      Vale – me estaba resignando a no tener cómplices, con lo que a mí me gustan - es el antarintiano…¿y?
-      Pues que a Álex no se le ocurría cómo podíamos hacer para que volviera a Antaríntades, pero al final se le ocurrió y volvió. ¡Buaaaaaaaaaa, lo echo mucho de menos!

Lo que nos faltaba, ahora encima se ponía a llorar. Lo extraño es que estaba empezando a caerme menos mal esta niña. Para ser una niña no era tan insoportable… no tanto… ¡pero las lágrimas sí que no las soporto!

-      ¡Álex, por favor, haga parar a la niña!
-      Venga, Laura, si seguro que vuelve a comunicarse contigo, dale un poco de tiempo, en cuanto el Consejo de Sabios estudie nuestro experimento ya verás cómo se les ocurre una manera de reproducirlo en Antaríntades para que pueda llegarte su señal.
-      Yaaaaaaaaaaaaa, si ya lo sé, pero ¿si no saben, qué?
-      Sí, mujer, ya verás cómo sí, al fin y al cabo son una civilización muy avanzada, si nosotros pudimos ellos podrán también.
-      Pero ellos no tienen caracolas marinas.
-      No, pero tienen polvo de estrellas, ¿te acuerdas?
-      Lamento interrumpir, pero ¿a qué estamos jugando? – intervine para ver si paraban con los acertijos…
-      ¡Jaaaaaaaaaaaa! ¡No entiende nada! – al menos había parado de llorar, la niña…
-      Tranquilo, señor policía, yo le cuento lo que pasó.

Reprimí las ganas de ponerme a dar saltos de alegría, que no quedan muy profesionales en un policía serio como yo, y me concentré en escuchar al “científico loco”…(Estaba empezando a tragarme la historia, ¿sería el cansancio?)

“ Bueno, señor policía, pues resulta que, después de muchas conversaciones con Andarel, la verdad es que no avanzábamos demasiado en cuanto a la forma de resolver el problema que se nos planteaba. Existía una remota posibilidad, consistente en lograr que su señal mental pudiera transmitirse a su planeta. Esto era, en sí mismo, un desafío para la ciencia, ya que ni siquiera en su planeta se había planteado nunca la necesidad de transmitir la señal a tan gran distancia. Entonces, Andarel insinuó algo que hizo que una lucecita empezara a encenderse en mi cerebro científico. Parecía que se empezaba a vislumbrar una solución al enigma. Andarel me dijo que el polvo de estrellas de Antaríntades poseía unas facultades excepcionales que quizás pudieran aplicarse a esta cuestión.

Fue entonces cuando la lucecita se fue haciendo más y más brillante y recordé unos estudios científicos recientemente publicados que quizás haya usted tenido la ocasión de leer…Ah, ¿que no los ha leído?. Bueno, pues le explico : las propiedades del polvo de estrellas tienen muchas similitudes con las de las caracolas marinas pelágicas, justamente el campo de mis estudios más recientes. Entonces pensé : “ ¿por qué no intentar hacer un polvo muy fino con dichas conchas? Siendo tan similares, probablemente los efectos sean también parecidos”. Este fue el comienzo del final de nuestra historia. Entonces fue cuando pensé que no todo estaba perdido. Me encerré durante horas en mi laboratorio y todas las tardes íbamos Laura y yo a ver a Andarel, ya que aunque Laura podía comunicarse con él sin estar a su lado, yo prefería darle cuenta de mis progresos en persona, con Laura de intérprete, por supuesto.

Las primeras caracolas no se deshicieron fácilmente, el polvo no era lo suficientemente fino, parecía hacer falta añadir algo para conseguir el efecto buscado y, una vez más, Andarel dio con la solución al hablarme de las algas de su lago rojo rubí. Por su descripción deduje que eran muy similares a las que se encuentran en nuestra costa y decidí pedir prestado un barquito para ir a recoger algunas. A Laura le encantó la idea, por supuesto, y juntos fuimos “de pesca” de algas.

Al realizar la mezcla, la diferencia fue notable con respecto al polvo obtenido sin ellas y, cuando le llevé una muestra del resultado a Andarel, él me confirmó lo que yo imaginaba : el polvo resultante era prácticamente igual al de las estrellas de su planeta.

Una vez confirmado el éxito de mi investigación, como puede imaginarse, sólo faltaba un pequeño detalle : ponerlo en práctica.

Una tarde, escogimos una hora que sabíamos era poco frecuentada por el público y nos dirigimos al museo. Al llegar descubrimos que éramos los únicos asistentes, por lo cual no fue difícil abrir el saquito que contenía el polvo y volcarlo sobre la urnita en la que se encontraba Andarel, el resto funcionó sin problema.”

-      Claro – interrumpió Laura- entonces la señal llegó a Antaríntades.
-      Sí, Laura, - intervino Álex- pero lo estaba contando yo…
-      Pero te enrollas mucho, perdona que te diga; y además usas unas palabras muy raras que no se entienden.
-      Laura, este señor es muy listo y lo entiende todo perfectamente.

Yo no quise sacarlo de su error, y asentí distraídamente, añadiendo:

-      Por supuesto que lo entiendo; pero bueno, deje hablar un poco a la niña, que si no seguro que se aburre y pide otro helado…
-      ¿Ves, listillo? – dijo Laura aprovechando su oportunidad- ahora sigo yo porque lo dice el poli. Resulta que Andarel empezó a meditar un mensaje de auxilio, pidiendo que lo rescataran y tal y meditó un montón, porque esa misma noche ya no es que no me dejara dormir, vamos, es que estaba yo tranquilita durmiendo como un tronco y de repente me despertó (y luego decía que no se podía gritar meditando…¡qué morro!) diciendo : “¡Me han recibido! ¡Laura, he conseguido comunicar!” Y yo esta vez ni me enfadé ni nada por el insomnio, y ¡es que no me lo podía creer, vamos! Y le dije que qué le habían dicho, y me dijo que estaban contentísimos por haber sabido algo de él, que todo Antaríntades estaba muy preocupado porque nunca había desaparecido nadie, y que le habían dicho que tenía una hija que se llamaba Armarintia, que debió de nacer cuando lo estaban secuestrando, y que el Consejo de Sabios estaba estudiando la forma de llevarlo de vuelta a casa.
-      Bueno, bueno, Laura – dije yo- tranquilízate un poco, respira, que te vas a ahogar.

En este momento de la investigación, lo digo claramente, estaba tan impresionado por el relato que todas las dudas que tenía desaparecieron por completo y todo lo que me contaban empezó a parecerme tan lógico como cierto. Era imposible inventar algo tan complicado. Además, la niña parecía tan sincera…sí, ya sé que es una niña, ya sé que no me gustan nada los niños, pero ésta era diferente…¿Me estaría pasando algo raro? Me pasé la mano por la frente para comprobar si tenía fiebre, pero no parecía…¿qué tendrían esta niña y este caso para hacerme reaccionar de una forma tan extraña? ¡Hacía un buen rato que ni siquiera pensaba en la Primitiva! ¡No había vuelto a mirar la foto del yate!
       
Un grito de Laura me devolvió a la realidad:

-      ¡Es que resulta que los Sabios sí que eran tan sabios como decía Andarel!, ¡Joooooooooo, se lo llevaron!
-      Vamos a ver, Laura – dije yo- que yo sepa, los únicos sospechosos de haberse llevado al extraterrestre…vale, a Andarel, sois vosotros dos.
-      ¿Pero aún no lo ves? ¡No seas así,  jo,  que está muy claro. Nosotros no hicimos nada! Bueno, sólo lo del polvo de las caracolas; pero de lo demás no tenemos la culpa porque yo quería que volviera a Antaríntades, ¿no? Pero al mismo tiempo no quería, porque si se iba me quedaba sin poder estar con él, y yo quería estar con él mucho rato y hablarle y hasta me daba igual que me despertara; y ahora ya no tenemos súper-misión. Que me alegré por él, vamos, pero eso…
-      Pero entonces, si no fuisteis vosotros, ¿cómo es que desapareció? Lo que está claro es que ahora no está.
-      Sí, señor policía, permítame que le explique.– intervino Álex- Como le he dicho a Laura mil veces, Andarel viene de una civilización mucho más evolucionada que la nuestra. En cuanto tuvieron noticias suyas en Antaríntades, decidieron buscar la mejor manera de devolverlo a su hogar y, tras mucho pensar, llegaron a la conclusión de que muchas veces lo mejor es lo más sencillo.
-      ¿Cómo es eso? – pregunté.
-      Pues muy simple. Como sabíamos ya, tienen la capacidad de transportar mentalmente todo tipo de objetos. Esa capacidad la van perdiendo cuando van haciéndose mayores, mejor dicho, menores; pero cuando son fuertes, vamos, cuando acaban de nacer o aún no rejuvenecieron demasiado, se valen de sus facultades para transportrar lo que necesitan sin necesidad de cogerlo con sus manos; bueno, con sus alas…
-      ¡Dios mío! ¡Qué complicado! – dije, - ¡es que todo funciona al revés!.
-      Sí, - admitió Álex- la verdad es que cuesta acostumbrarse, pero el caso es ése.
-      ¡Claro! – interrumpió nuevamente Laura, parecía una costumbre- ¡Y si uno sólo puede coger mogollón de cosas así, sólo con la mente, ¡imagínate si todos piensan lo mismo al mismo tiempo!. Pueden coger lo que quieran y llevárselo aunque esté muy muy lejos o aunque tenga que atravesar paredes o lo que sea. Eso fue lo que me dijo Andarel, ¡y me lo dijo a mí, para que lo sepas, listillo! – le soltó a Álex- porque fue lo que hicieron : los Sabios reunieron a todos los habitantes de la tercera luna de Antaríntades, y hasta vinieron de otras lunas (aunque no sé si se caen muy bien…pero resulta que cuando hace falta son muy amigos) y entonces empezaron todos a meditar, y las que más meditaban eran Kálise y Armarintia, que estaba deseando conocer a su padre, claro. Y se reunieron todos todos y hasta parecía que los peces del lago estaban enterados de lo que pasaba porque se quedaron todos quietecitos y formando un círculo y entonces fue cuando Andarel me dijo que parecía que faltaba poco para que pudiera volver, y me estaba diciendo cuánto me agradecía todo lo que había hecho por él y que cuando llegara a Antaríntades meditaría mucho para ver si seguíamos hablando y, de repente, ya no oí nada más y luego resultó que fue cuando nos enteramos de que había desaparecido y…¡Buaaaaaaaaa!
-      Para, Laura, no llores – dije yo, el policía duro, al borde de las lágrimas, yo, Johnny “el lince”, que no me conmovía por nada y que ahora mismo podría haberme puesto a llorar como un niño si me hubiera dejado llevar…
-      ¡Es que lo echo de menos!
-      Laura – intervino Álex-. Ya te lo dije : seguro que, en algún momento, cuando menos te lo esperes, vuelves a oir la vocecita en tu cabeza.
-      ¡Pues más le vale! – dijo Laura entre sollozos- porque si no, en la vida vuelvo a ayudar a nadie, y menos a un pollito. Y ahora le llamo pollito a propósito, ¡porque estoy enfadada con él!.


Tras esta “confesión” sólo quedaba hacer una cosa, y no era precisamente fácil…tuve que dar la orden de que dejaran inmediatamente en libertad a los dos sospechosos; tuve que dejar ese mundo que me habían dejado ver durante unas horas y que incomprensiblemente me había resultado más emocionante que todo lo que me había pasado en toda mi vida.; tuve que dejar ir a esa niña que me había devuelto el interés por la vida (aparte de Primitivas y yates) y me había hecho ver que había cosas, y personas, que valían la pena. Nos despedimos, con la promesa de que vendría a visitarme con frecuencia para contarme cosas que aún no me había contado de Antaríntades; bueno, y del “cole”, y de la piscina, y de la playa, y de todo lo que fuera haciendo día a día. Esta promesa resultó tan cierta como todo lo que me había dicho hasta el momento, ya que a partir de ese día comenzó una amistad que no acabará nunca y que me cambió por completo, que hizo que, de no creer en nada, pasara a creer que es posible que nos pasen cosas buenas gracias a gente buena, ¡que la hay!, ¡existe! La persona deprimente que empezó a contar este relato desapareció por completo. Reconozco que yo era realmente aburrido…Todo el día quejándome por todo…¡Qué horror!

Pero aún me quedaba algo más que hacer tras despedirme de Laura y de Álex. Y era serio…ahora tenía que contarle al señor Comisario todo lo que me habían contado, y explicarle por qué había dejado ir a los sospechosos…En fin, esto ya no voy a contarlo porque sería muy largo y aburrido…Y es que “paso” de cosas aburridas, ¡vamos!


















PARA SIEMPRE…




-         Laura, ¿estás ahí?
-         ¡Andarel! ¡mi pollito! ¡Has vuelto!
-         Sí, Laura, te dije que no te iba a olvidar.
-         ¡Pero es que pasó mucho tiempo y creí que no te iba a volver a oir! O que ya, como habías vuelto, pasabas de mí y no me ibas a decir nada más, o…
-         Para, Laura, para. Ya ves que no, cuando un antarintiano promete algo lo cumple siempre.
-         Pero dime, ¿cómo volviste? ¿qué haces ahora? ¿cómo es Armarintia? ¿Qué te dijo Kálise?
-         Espera, espera, una pregunta de cada vez…ja,ja,ja.
-         ¡Sabes reirte!
-         Eso me lo enseñaste tú, Laura. Antes no sabía.
-         Venga, cuéntame, pollito.
-         Vale, pues la verdad es que el viaje no pareció un viaje, fue más bien como deben de ser vuestros sueños.
-         ¿Qué quieres decir? Andarel, sigues hablando de forma rara, perdona que te lo diga…
-         Je, tienes razón… pues mira, cerré los ojos y, de repente, todo se volvió muy oscuro; los abrí y seguía estando oscuro por completo, como si estuviera en un túnel que no acaba nunca. Y luego empecé a ver un brillo lejano, al principio muy lejano, pero se iba acercando poco a poco, y luego ya no era un brillo, eran formas brillantes, y después de un momento era mi luna, Laura, ¡mi luna! Y todos los antarintianos estaban allí, reunidos formando un círculo, y entonces vi a Kálise y a Armarintia junto a Chantra y Klonia y sus destinadas y, de repente, el brillo de alegría de todos se unió y formó un velo tan luminoso que nos cegaba.
-         Joooooooooooo, ¡qué guay! ¿y entonces qué pasó?
-         Entonces me reuní con Kálise, la antarintiana más bella del universo… hasta ese momento, porque Armarintia es aún más bella, tanto que resulta muy difícil describirla.
-         ¿Pero Kálise no era un bebé?
-         ¿Cómo? ¡Ah, no, Laura! Cuando yo me fui (cuando me llevaron), según me contaron, el tiempo se paró en Antaríntades, no hubo cambios en la edad de los antarintianos, los recién nacidos siguieron siendo recién nacidos y sus padres siguieron siendo tal como eran cuando ellos nacieron. Fue algo natural, según parece, ya que los Sabios aseguran que ellos no tuvieron nada que ver – aunque los Sabios son tan humildes que, en ocasiones, prefieren ocultar sus triunfos, así que todos pensamos que, en el fondo, seguro que intervinieron en algo.
-         Y ahora que lo pienso…¿cómo consigues hablar conmigo?
-         Pues cuando llegué, el Consejo de Sabios se reunió conmigo para que les explicara cómo había logrado comunicar desde vuestro planeta. Yo les expliqué el experimento que había realizado Álex, y eso les dio la idea sobre cómo conseguir comunicar contigo. Efectivamente, nunca se les había ocurrido emplear el polvo de estrellas para amplificar la señal de las meditaciones... Insistí mucho en la necesidad de que avanzaran muy pronto en sus investigaciones. Me imaginé que estarías empezando a ponerte un poco nerviosa, aunque en realidad no haya pasado mucho tiempo…
-         Pues a mí me pareció mucho, Andarel.
-         Ya lo sé, pero ahora que puedo contactar contigo siempre que quiera, estaremos siempre juntos.
-         Pero, pero, cuando seas un pez del lago, ¿cómo vamos a hacer?
-         Tranquila, Laura, todo tiene solución, nunca te dije que los peces del lago no pudieran meditar…
-         ¡Es verdad! ¡qué guay! ¿así que vas a seguir hablando conmigo cuando yo sea muy, muy mayor, como de doce años o así?
-         Sí, Laura, siempre.
-         Andarel, estoy tan contenta que tengo ganas de llorar, ¿sabías que también lloramos cuando estamos muy contentos?
-         ¡Claro, Laura! ¿no recuerdas que lo sabemos todo al nacer?
-         Jijiji, ¡cuánto te quiero, pollito!
-         Yo a ti también, Laura, pero ahora debo dejarte, me tengo que reunir con Kálise y con Armarintia, tenemos mucho que meditar juntos ahora; ya sabes, mucho tiempo que recuperar…quiero disfrutar mucho de ellas ahora que, por fin, gracias a ti, puedo hacerlo. Mañana iremos juntos a volar sobre las estrellas; pero esta vez estoy seguro de que no habrá ningún peligro. Nada malo nos puede pasar. Duerme, dulce niña, y sueña tú también con mi planeta; de esta forma será como si voláramos juntos.
-         Sí, Andarel. Soñaré contigo y con tu planeta, pero no te olvides de volver mañana…
-         Tranquila, Laura, nunca me olvidaré de volver.

Laura cerró los ojos y se durmió inmediatamente, una sonrisa iluminó su carita dormida, mientras volaba con su amigo sobre el lago rojo rubí y se alzaba suavemente sobre las montañas buscando la estrella más brillante, que la hiciera brillar a ella también como demostración de lo feliz que se sentía.



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